El bondi
Un travesti ascendió al transporte de colectivo con medio vestido y con zapatos taco alto. Parecía un cuadro de una obra de teatro. Y al verlo el chofer por su espejo, hizo un suspiro como diciendo: "¿Y a éste dónde lo tiro?". Mientras en el viaje los demás pasajeros se reían disimuladamente, apareció el de siempre, que es como un mago y dijo: "-Hay mamita querida, yo a éste me lo levanto" (en voz alta). Yy yo que venía sentado en el asiento trasero le dije: "Andá tiráte un p..." y apunté con el dedo hacia el timbre y me bajé como siempre. Chau Gente.
Víctor.
Un Travesti, un Mago y un Cuadro
Era un travesti hermoso, muy conocido en el barrio, que se había enamorado locamente de un cuadro del famoso pintor Amors. Todos los días lo miraba extasiado, arrobado, loco, como encendido. Y se repetía a sí mismo: ¡sólo un mago, sólo un mago puede haber realizado semejante obra de arte! La pintura en cuestión representaba un desnudo femenino a la orilla de un arroyo en el corazón de las serranías cordobesas.
Un día de diciembre, muy cercano a las navidades, el travesti se armó de valor y decididamente se dirigió al lugar donde exhibían la pintura. Con un gesto dulce, pero firme se dirigió al casero- psicólogo de nombre Gastón y le espetó:- Buen hombre, ¿podría decirme usted quién fue el mago (porque sólo un mago puede hacerlo), autor de esta obra?-. -Pues, sí, hermoso travestido, es el Sr. sentado en la mesa redonda, frente a la compu-. -¿Lo puedo saludar?-preguntó el trabuco-. -¡Oh, sí!, ¡Alfredo, Alfredo!- lo llamó Gastón
afredo, de espaldas, miró por sobre el hombro y fue un recípocro flechazo. Lo que sigue pertenece a la intimidad de la pareja.
Raúl Pereyra.
El mago y la mariposa
El cuadro estaba colgado en el centro del escenario, donde un mago anunciaba que era capaz de producir un desusado acontecimiento. Estaba tapado de la vista por un paño de seda amarillenta fuerte.
El mago entre tantas cosas que iba diciendo a la concurrencia, manifestó que el cuadro encerraba la imagen de un personaje, quizás perdido en la noche de los tiempos, y que había tratado de escapar de una noche del carnaval de Venecia. Quería el personaje, en su delirio, ocultar su verdadera identidad, aquella que le daba su razón de ser. Había apelado a una máscara, a modo de antifaz dorado, con forma de alas de mariposa.
Todo esto quedó a la vista, cuando el mago en un pase ……… de su mano, dejó al descubierto el cuadro, quitando el paño de seda. Allí estaba la figura, que no podía definirse a simple vista como femenina; más sí con rasgos que así querían mostrarse. No era nada en particular, sólo una suma de imágenes asociadas a la figura vista en el cuadro. La velada mirada se intuía con ojos de una extraña luminosidad. Insinuante, vital, y quizás misteriosa.
El mago se aproximó al cuadro que ahora pareció salir de las dos dimensiones de una pintura para comenzar a corporizarse en forma humana. Con un simple gesto, el mago tomó la mano, muy fina, de largos dedos de la figura del cuadro, y al instante, la figura salió y se hizo presente, material, en medio del escenario.
El mago entonces tomó a la figura, que ahora se denotaba joven y bella, aún cuando no se definía su sexo; que quedaba como oculto o no manifestado plenamente.
El mago atrajo a la figura hacia sí con un gesto de su mano izquierda, que tomó dulcemente al personaje por su cintura, hasta juntarlo fuertemente contra su propio cuerpo. Un beso ardiente, apasionado del mago, en la boca de la figura, quiso sellar el instante. La figura primero aceptó, pero luego se desprendió del abrazo, y quitándose el antifaz, lo arrojó a sus pies. El mago quedó sorprendido: No era su veneciana Carola quien estaba frente a él, sino un bellísimo muchacho en figura femenina, que ahora se revelaba.
El mago lo miró intensamente a los ojos y allí comprendió que no se reencontraría nunca con su Carola, perdida en un carnaval de Venecia. Esto lo cegó. Miró nuevamente a la figura femenina del muchacho y clavando ahora la vista en el antifaz con forma de mariposa, con un gesto mágico, hizo que éste cobrara otra dimensión, elevándose del suelo y transformándose en una mariposa, que trastocó su cuerpo por el del joven y elevándose se perdió en un haz de luz del escenario.
El mago quedó extasiado mirando, hasta que cayó al suelo y se desvaneció en una nube como de vapor, que hizo recordar las nubes sobre el gran canal de Venecia.
Alfredo Mors
La carpintería
Fui a una carpintería a comprar una madera. Y salían caras y no me alcanzaba para comprarlas. Y cuando salí de la carpintería venía pensando la forma de hacer dinero. Y por el camino me encontré dos cuadros.
Ramón Alejandro Molina
El regalo
Esto ocurría en Literandia,
el país de la reina Ricarda.
En su pueblo esperaban que fuera
un gran rey y no soberana.
Pero el mundo es un cambio constante,
lo diría hasta el propio Charles Darwin.
Y por eso Ricarda cambiaba
como escamas sus tontos amantes.
Fue que un día en que la celebraban,
sus cuarenta confusos inviernos,
recibió un regalo no tierno,
que al mirarlo sintió un cruel infierno.
Es que el mago más viejo del reino
retrató su ambigua hermosura,
y he aquí el pequeño detalle:
No hubo ropa en aquella pintura.
Miguel Valle
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3 comentarios:
Excelente. Humor muy directo. ¡¡¡Nos hace divertir Víctor, con su cara de "YO NO FUI..."
Un Travesti, un Mago y un Cuadro!! Sólo a Raúl se le podía ocurrir semejante combinación. Aún me río de su ocurrencia de incluirme... En cuanto al travesti: pregúntenle a él!!!
Muchachos algo de lo pintoresco de la zona se vuelve muza para sus escritos... A escribir más!
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