martes, 23 de febrero de 2010

Naturaleza







¡Qué temor grande invade en nuestro entorno! Los colores simples de tonalidades amarillas, azules, y naranjas representan el último amanecer de un disco rojizo, anaranjado de fuego, que emerge distante entre brujas de allá lejos, en un mar o un bosque.
Un brisar de las Boreas lo inunda todo. Los pájaros madrugadores nos saludan con sus trinos, y para defenderse del rocío y del frío, trinan y baten sus alas. Es todo un saludo al misterioso paso del tenue oscuro anochecer al tinte amarillento de la diosa Eos, la aurora. Así se va descorriendo el velo entre todos los puntos cardinales; se observa la pureza de nubes blancas y tersas.
Está nuestro anfitrión del bosque que buscó su tiempo y trepó a lo alto del árbol más protegido en su cavidad de cuna. Se adormeció esa belleza de la naturaleza llevando en su vestimenta los colores de la vida. Abrió sus alas y escondió su pico; al que protege porque es de vital vida. El tucán lleva la estirpe de su especie. No canta. No trina; pero su presencia es impactante con su frac negro de bella levita, sus ojos azul cielo y su pico de colorido amanecer amarillo. Se alimenta de frutas, se protege trepando, vuela de árbol a árbol, es majestuoso y elegante. En el atardecer, vuelve a combinar sus colores y se despide así, en silencio, para otro postrer despertar.
¡Qué felices seríamos los seres si pudiésemos preservar eternamente estas bellezas, los pájaros de la luz, los picaflores y todos los demás!

Eladio Antonio Juan Baronetto

1 comentario:

ALFREDO MORS dijo...

¡¡Cómo no comentar algo escrito por Lalo!!, espero que esté feliz en su lugar... y que siga escribiendo e ilustrándose sobre tantos temas.