lunes, 13 de junio de 2011

EL ILÓGICO ZOOLÓGICO



En las míseras tierras de la efímera alegría habitaban con tristeza especímenes sin crímenes. Encerrados tras las rejas del estúpido espectáculo esperaban casi estáticos la lápida más rápida.
Las cúpulas de dráculas que explotaban a estos títeres, sólo rúcula y espárragos, les brindaban como víveres. ¡Pobres bípedos, cuadrúpedos y emplumados picos músicos!; su mortífero, enigmático destino problemático era tétrico, pandémico, sin besos y sin médico.
Una noche muy lunática, una mano casi mágica a las jaulas de los leones les abrió las rejas rígidas. Los intrépidos felinos con estético sigilo devoran con estímulo a los crápulas tiránicos.
Con un pánico selvático corrió el dueño del zoológico a los pórticos limítrofes con fines libertarios. ¡Pobre déspota, ¡patético!, un viejo muy decrépito! No pudo llegar lejos cuando un salto con estrépito lo mordió por la clavícula con carnívoros colmillos… Pero a él no lo mataron, le amputaron los testículos y en un círculo de gatos, encerraron al muy cínico… Y jugaron mucho rato, con el cuerpo desangrándose, desgarrándose en los árboles y sus vértebras quebrándose.
Cuando el sol brilló en el ángulo del este renaciente, con espíritu ridículo, la gente más demente, entró mórbida y muy sórdida al ilógico zoológico. Pero el público que entraba gran sorpresa se llevaba y en frenéticos segundos sin las vísceras quedaba.
Hoy las viudas diplomáticas, nostálgicas nos cuentan, que en las míseras tierras de la efímera alegría, habitan con fiereza especímenes con crímenes.

Miguel Valle

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