viernes, 26 de febrero de 2010
La muñeca de trapo
Una bella muñeca de trapo
llamada beso de nieve
vivía en el medio de un campo
rodeada de flores silvestres.
La bella muñeca era blanca
y blancos también sus vestidos
por eso, en una blanca mañana,
ella quiso colores más vivos.
Quien podría en su fin ayudarla
era un viejo pintor escondido
en el tronco de una araucaria
en la banda de un arroyito.
Y así fue que la niña de blanco
puso el cuerpo en la mansa corriente
y se hundieron sus carnes de trapo
en el agua de aquella serpiente.
Miguel Valle.
Personaje:pintor; Lugar: Arroyito; Objeto: muñeca de trapo.
Un amigo de la calle
"Juanito Laguna remontando un barrilete". Antonio Berni. 1973
Se despertó una mañana fría con lluvia, sin resaca porque no había bebido ni tampoco tomó drogas. De golpe vio la realidad: tení hambre, iba presuroso sin saber hacia dónde... en busca de comida y un abrigo. No encontró nada, llegó tarde con su sábana de frío, llegó la noche con su terrible tempestad, pasó la peor de las noches sin comer, sin abrigo, al otro día cuando brilló el sol fue como un alivio. Desde ese día, algó cambió para siempre su vida, caminaba por la costanera y me paré a ver el agua que con su paso lento, pero seguro, marcaba el camino de una salida a la vida. También por primera vez, puder ver un pájaro volar de rama en rama;en él vi la libertad que a mí me faltaba... un lindo amanecer con un sol iluminando el nuevo día. Fue como un flechazo para mí, era todo extraño porque yo vivía en otro mundo, creía que era el mejor todos los días de mi triste vida. Pasaba el tiempo bebendo o drogándome, no sabía lo que hacía. Fue un lindo despertar , ya hace más de un año todo cambió para mi bien, ya no consumo más: soy otra persona que piensa en un futuro mejor. Tal vez algún día pueda encontrar una compañera con quien ser feliz. Yo perdí mucho, mi vida fue un desastre, me creía Maradona con las boludeces que hacía, muchas veces estuve preso, también tuve peleas, nunca las ganaba, con eso perdí amigos... amigas.. trabajos, novias: mis familiares no me dan más bolilla. LLegué a tocar fondo, sin darme cuenta robé para mis vicios: estaba perdido, era mal mirado por la gente. Recuerdo que se cruzaban de vereda para no verme... me sentía muy solo, nadie me venía a ver: Es muy triste la vida de un alcohólico y mucho más para un drogadicto. Bueno, amigos, ya ven lo feo que es ésto, no lo hagan ustedes. Un consejo de un amigo de la calle.
Lyon.
miércoles, 24 de febrero de 2010
Pinturas y Dibujos de Alfredo Mors
Complicidad del Arbol
Volví a caminar aquellas calles de la infancia. Muchas habían cambiado para no volver ya más a aquella sensación de pequeña aldea de barrio que se iba transformando en la gran ciudad que hoy vemos, vivimos y a veces nos cobija o abruma.
Esas mismas calles, antaño adoquinadas o con tramos de simple tierra apisonada o enarenadas, que me vieron pasar camino a la escuela o a jugar en tantos baldíos, que eran casa, escuela de vida y potrero.
Cerca de uno de esos baldíos, quizás de los más grandes, transformado en paseo público abierto a una de esas calles que tantos recuerdos traen, crecía un árbol añoso. Quizás será por curioso que pensé si estaría. También si sería, hoy como ayer, confidente, protector y cómplice de algún chiquillo enamorado.
Digo esto porque el árbol fue a la vez, casa en las alturas insondables de sus ramas, para aquella escala de niño que lo veía como trampolín de sueños, para elevarse y así alzarse a la altura de las nubes y otras veces cobijo de sombras densas donde reposar de los calores, después de ganar en el potrero.
Con el tiempo fue cómplice y confidente de aquellos encuentros furtivos con ella, en ese despertar temprano de tiernos amaneceres al amor y allí a su calor y su protectora sombra nos vio tantas veces, soñar con ser y crecer.
Fue ese mismo árbol quien prestó, a mis manos su tierna corteza, admitiendo compartir y quizás recibir en su corazón generoso, aquel otro corazón con sus iniciales entrelazadas con las mías, como si con esto quisiera compartir nuestro secreto.
El cortaplumas de mi viejo, hurtado en un descuido, fue el instrumento para plasmar el intento de eternizar lo deseado y así dejar plasmado en tierno símbolo, la plenitud de un sentimiento.
Viejo árbol de mi infancia. Hoy te busqué por el parque en que transformaron mi baldío a ver si así encontraba aquél símbolo primero.
Estabas allí, casi igual. Ahora custodiado por otros de noble estirpe y con nombres latinizados. Vos te destacabas por tu rusticidad, que alguien con mucha bondad, consideró tu mejor virtud, sin conocer quizás toda la vida que atesorabas.
Recuerdo de infancia. Al verte volvían aquellas imágenes que resultan imborrables. Aquella cicatriz que dejó en tus brazos muñón, cuando sin razón, nos trepamos a tus tiernas ramas, un puñado de mocosos, que recibiste generoso en tu cuerpo leñoso, salvo que nuestro peso, quebró aquella rama.
Me aproximé a mirarte, ahora con detenimiento. También Vos estabas, un tanto arrugado. Tu piel de corteza evidenciaba como remedo, el mismo paso del tiempo que en mí había incidido.
Cerré los ojos y te palpé, como buscando el consuelo de encontrar aún guardado, aquel secreto de infancia. De pronto sentí, como flechazo profundo, que la punta de mis dedos había releído, ahora casi desleído, aquel símbolo preciado.
Allí estaba el corazón, en mi adolescencia trazado, con incisas señales en tu cuerpo y que conservaste guardado, durante todo este tiempo. Iniciales de nuestros nombres, entrelazadas con pudor, para ocultar el rubor con que grabé tu corteza. Hoy tengo certeza que cuidaste la promesa que en tu cuerpo grabé. Será que así guardaste, el testimonio perpetuo de aquel amor que evoqué.
Reloj de Arena
Estaba allí, en la vidriera de la tienda de antigüedades que tantas veces había visto de lejos al ir camino de mi paseo por el parque.
No es que me atrajera particularmente ningún objeto de los que, en desordenada acumulación allí se exhibieran, hasta ese momento en que, no puedo explicarlo ahora, algo me hizo cruzar de vereda, alterando así la rutina que podía seguir, casi con los ojos cerrados, de caminar con rumbo definido y que me llevó a pararme, casi como si fuera por primera vez, frente a la vidriera.
No ocupaba el objeto del que hablo un lugar destacado, es más: ni siquiera podría decirse que fuera el más bello de los allí expuestos. Tampoco se cuanto tiempo llevaba en ese lugar, ni porqué fue en ese preciso día, a esa hora, en que, emanando quien sabe de donde, la fuerza de su presencia alteró la rutina haciendo variar mi destino.
Había allí los más diversos objetos: floreros de fino cristal, copas, juegos de porcelana fina, bandejas otrora de bella platería hoy desgastada, cajas de madera con tapas taraceadas, cuchillos y navajas con hojas de las más diversas formas y con empuñaduras de distintos materiales. Anteojos, largavistas, binoculares y gemelos para teatro. Libros en rústica y encuadernados en cuero y que contaban vayan a saber que olvidadas historias.
En eso lo vi y supe que era ese el objeto que había cambiado el rumbo de mi caminata, llevando mis pasos y mirar hacia él. Era un viejo reloj de arena, ni tan grande, ni tan pequeño, de manufactura sencilla con dos extremos como tapas de madera que aún conservaba bien su lustre original y uniéndolas, cuatro delgadas columnas de bronce pulido, entre las que se destacaba una ampolla de vidrio transparente, estrechada finamente en su punto medio. En la parte que estaba hacia abajo, había una pirámide o cono de fina arena ambarina.
Este objeto se encontraba junto a otros relojes de distinta naturaleza: péndulos de pared, de finas máquinas de bronce encerradas en cúpulas de cristal, de bolsillo o de mesa, en fin una extraña variedad, destinada a medir el tiempo del tiempo de los hombres.
Pero solo fue ese: el reloj de arena, el que centró toda mi atención, al punto que como nunca antes, entré en la tienda de antigüedades. Me atendió su dueño, un sujeto de cabellos blancos, con anteojos y sencillamente vestido de oscuro, con camisa blanca y un discordante chaleco negro de una tela aterciopelada.
Le pregunté si vendía el reloj de arena y me contestó que en realidad, estaba allí porque debía estar y que nunca había pensado en su venta y ni tan siquiera en valorarlo, en términos de precio y mucho menos en moverlo.
Como algo conozco de las estrategias que suelen desplegar los vendedores, tomé sus palabras sólo como un ardid para aumentar mi interés en la pieza.
Insistí en que le pusiera un valor monetario y entre titubeos y negaciones, dijo algo de quinientos. Me pareció demasiado y volví casi como para retirarme del local, cuando nuevamente algo hizo que desviara mi vista hacia la vidriera. Allí seguía en su lugar el reloj de arena. Volví mis pasos ya más decidido a obtenerlo y, como tengo cierta práctica en ello, comencé un regateo ofreciendo por el mismo no más de trescientos. Hubo una negación inmediata de parte del propietario del local, volviendo a repetir que en realidad, para bien de todo, era mejor que el reloj siguiera en aquel lugar.
Percibí como que trataba de esconder algo misterioso en ese juego de ofertas, números y precios sugeridos y no aceptados, hasta que ya de último momento, decidí hacer una oferta: trescientos cincuenta como único precio que estaba dispuesto a pagar.
Al ver la firmeza de mi decisión, accedió a la venta en este último valor. Pagué el precio, lo envolvió y me lo entregó con mucha delicadeza. Cuando estaba por retirarme, el dueño del local, tomándome suavemente el brazo me retuvo y dijo unas palabras que aumentaron mi interés en el objeto: “Tenga cuidado como lo manipula, es muy delicado”.
No me había parecido así al verlo, pero contesté como para terminar, que lo cuidaría y que no se preocupara.
Allí mismo decidí dar por terminado el paseo de ese día y volver a mi casa. Al entrar en la misma, me dirigí al estudio, desenvolví el paquete y puse el reloj de arena sobre el escritorio. Estuve un momento contemplando su estructura, forma y quietud de su arena en el fondo de la ampolla de vidrio, hasta que en un momento, decidí dar vuelta al reloj para permitir que la arena empezara a pasar nuevamente, de uno a otro sector.
En ese instante, algo comenzó a perturbar mi percepción. Fue como una especie de ensoñación donde desfilaban imágenes entre las que alcancé a percibir: Una reunión de señoras tomando el té con un juego de porcelana fina, a través de unos gemelos nacarados vi una escena de concierto en el teatro y en rápida sucesión cambió a un final del Premio Carlos Pellegrini. No terminaba de asombrarme con esa extraña y desordenada sucesión cuando, a la tenue luz de un farol callejero, veo el brillo de un cuchillo en manos de un hombre y otro caído en el empedrado.
Eso terminó de perturbarme. Desperté de mi ensoñación: la totalidad de la arena había pasado de uno a otro sector del reloj, estando la misma en reposo.
Varias horas habían pasado casi sin darme cuenta, al punto que era ya noche cerrada.
Al día siguiente, quise ir a la tienda de antigüedades a contarle a su propietario mi extraña experiencia.
Emprendí el camino y al llegar, noté que algo extraño estaba ocurriendo: había frente a su vidriera un grupo de personas que miraban asombradas.
Abriéndome paso entre ellas, pude llegar a la vidriera y fue grande mi sorpresa: sólo pude ver, entre un gran desorden, una pila como de polvo o cenizas, en la que no se advertía ningún objeto definido.
En ese mismo instante, comprendí el porqué de la negación planteada por el propietario de la tienda de antigüedades, de no querer siquiera mover de su lugar, aquel detenido en el tiempo, viejo reloj de arena.
Autor: Alfredo R. MORS
Dibujo: Carolina MOINE – Diseñadora Gráfica - Córdoba
Texto presentado como ponencia en las Jornadas de Literatura (creación y conocimiento) desde la Cultura Popular organizadas por la Escuela de Letras de la Universidad Nacional de Córdoba.
martes, 23 de febrero de 2010
Amamos los Perros
Amamos los perros,
los de partas cortas
y los de patas largas.
Los de hocico grande
y los ñatos de cola peluda
o enroscada.
Y esos que son todos en uno,
los que tienen un papá campeón
y los que nunca lo conocieron
ni lo vieron.
Esos que de día se cuidan solos
y que de noche buscan a quien cuidar.
Esos que para pasar el frío
se transforman en su propio abrigo.
Esos que se encuentran a un amigo en cada esquina
y te miran con cara de ¿te puedo acompañar?
Esos que hacen de un cartón una cama
y de una reja , su casa.
Carlos Botta.
Cementerio de Colosos
Lucía.
Infinito Recreo
Son las diez de la mañana y suena el timbre del recreo. Todos salen hacia afuera del aula, menos yo.
La profesora parece inmutable mirando a través de los cristales de sus anteojos; corrige algunos trabajos prácticos.
Los demás salen aliviados de que la hora de química haya finalizado. Ahora viene la clase de biología. La inmutable profesora de química se vá y quedo yo solo en el aula. Miro el redondo reloj de pared que está sobre el pizarrón; ya son casi las diez y cinco. Mis dedos resbalan por el critstal y todo mi cuerpo está húmedo.
Timbre nuevamente, entran mis verdugos, algunos con la boca llenas de migas de pan y sorbiendo alguna bebida. ¡Qué alboroto hacen para volver a ubicarse en sus bancos!. Hay quienes entran revisando sus mensajes de texto y ni siquiera miran por donde caminan, y cuando los chocan,¡claro!, la culpa siempre es del otro. En fin...
Silencio total, ingresa el torturador. Tiene en el rostro el gesto de la muerte y trae una pequeña caja metálica con distintos instrumentos punzantes y cortantes. Mete la mano en mi caja de cristal y yo salto en en interior de ella; trato de salvarme, obedezco el instinto; pero pronto mi lucha cesa. Me ha atrapado y me eleva a la altura de sus ojos donde puedo contemplar su retorcida sonrisa y la ausencia de un incisivo.
Con la otra mano, se dirige a la clase y anota el tema del día. Entonces escribe: "Disección de una rana".
Miguel Valle
Suntuosa y grandilocuente
de lupa y luces admirada.
Esbelta, pura, cincelada
en cuanto noche estrellada
y retazos que madrugada.
Fino cuello que apagaba
en caricias suavizadas,
sin importar las miradas
toda luz su cuerpo estaba.
Rocío de tanta belleza,
color nácar resaltada,
hasta casi perfumada
de tanta perla cultivada.
De horas aguas abajo,
de sonrisas y alegrías,
de encontrarte vida mía
y en este canto emotivo
acunarte, admirarte,
para que vengas conmigo.
Carlos Romero
Sobre mujeres
Las piernas largas y torneadas de las mujeres, en general, traen aparejadas buenas caderas, y si a su vez, la cintura es avispada, ya ni te cuento cómo son los hombros y la espalda. Todo este pack tiene que estar enfundado en un vestido negro, calzado con zapatos pulsera y tacones aguja. El escote debe ser profundo en la espalda e insinuante en el busto. Debe estar adornada con un collar de cadena fina, rematado con una perla encastrada. La pulsera será ancha y con piedras. El rostro sólo interesante, pero su mirada profunda.
El resto de las mujeres, abstenerse.
Raúl Pereyra
Naturaleza
¡Qué temor grande invade en nuestro entorno! Los colores simples de tonalidades amarillas, azules, y naranjas representan el último amanecer de un disco rojizo, anaranjado de fuego, que emerge distante entre brujas de allá lejos, en un mar o un bosque.
Un brisar de las Boreas lo inunda todo. Los pájaros madrugadores nos saludan con sus trinos, y para defenderse del rocío y del frío, trinan y baten sus alas. Es todo un saludo al misterioso paso del tenue oscuro anochecer al tinte amarillento de la diosa Eos, la aurora. Así se va descorriendo el velo entre todos los puntos cardinales; se observa la pureza de nubes blancas y tersas.
Está nuestro anfitrión del bosque que buscó su tiempo y trepó a lo alto del árbol más protegido en su cavidad de cuna. Se adormeció esa belleza de la naturaleza llevando en su vestimenta los colores de la vida. Abrió sus alas y escondió su pico; al que protege porque es de vital vida. El tucán lleva la estirpe de su especie. No canta. No trina; pero su presencia es impactante con su frac negro de bella levita, sus ojos azul cielo y su pico de colorido amanecer amarillo. Se alimenta de frutas, se protege trepando, vuela de árbol a árbol, es majestuoso y elegante. En el atardecer, vuelve a combinar sus colores y se despide así, en silencio, para otro postrer despertar.
¡Qué felices seríamos los seres si pudiésemos preservar eternamente estas bellezas, los pájaros de la luz, los picaflores y todos los demás!
Eladio Antonio Juan Baronetto
La Pasión
Para mí, el amor es un sentimiento puro, divino, magistral, sobrenatural, inigualable y profundo como el agua y la luz.
Para mí, es la niñez el alma del corazón, hasta la adolescencia inocente, pura, verdadera y clara.
Para mí la pasión al deporte debe ser sana y limpia a la fuerza.
Para mí, es pasión la vida sana, larga, llena de luz, de sol, de pureza y de fuerza infinita y larga.
A la cultura:
Para mí es la mujer bella, pura, humilde, clara, llena de fuego a la cultura y amor pleno.
Víctor
Perfumes
de ayer y de siempre.
Perfumes de mujer que hechizan,
aromas de hombre que prendan.
Aromas de lujuria, de amor y placer,
aromas de hierbas, de jazmín y clavel.
Perfuman el aire, aroman los mares,
olor infinito que cubre la noche,
olor infinito que de día corre.
Arco iris de perfumes, de aromas,
de olores, que cubren el cielo,
cual colores, rojo, verde, naranja,
así los olores de un perfume en el aire.
Carlos Salguero
Un Ajedrez
Sin más me despido… ¡Qué Dios me ayude a curarme de una vez por todas!
Ignacio Guerra
Margarita o el poder de la farmacopea- Adolfo Bioy Casares
No recuerdo por qué mi hijo me reprochó en cierta ocasión:
-A vos todo te sale bien.
El muchacho vivía en casa, con su mujer y cuatro niños, el mayor de once años, la menor, Margarita, de dos. Porque las palabras aquellas traslucían resentimiento, quedé preocupado. De vez en cuando conversaba del asunto con mi nuera. Le decía:
-No me negarás que en todo triunfo hay algo repelente.
-El triunfo es el resultado natural de un trabajo bien hecho -contestaba.
-Siempre lleva mezclada alguna vanidad, alguna vulgaridad.
-No el triunfo -me interrumpía- sino el deseo de triunfar. Condenar el triunfo me parece un exceso de romanticismo, conveniente sin duda para los chambones.
A pesar de su inteligencia, mi nuera no lograba convencerme. En busca de culpas examiné retrospectivamente mi vida, que ha transcurrido entre libros de química y en un laboratorio de productos farmacéuticos. Mis triunfos, si los hubo, son quizá auténticos, pero no espectaculares. En lo que podría llamarse mi carrera de honores, he llegado a jefe de laboratorio. Tengo casa propia y un buen pasar. Es verdad que algunas fórmulas mías originaron bálsamos, pomadas y tinturas que exhiben los anaqueles de todas las farmacias de nuestro vasto país y que según afirman por ahí alivian a no pocos enfermos. Yo me he permitido dudar, porque la relación entre el específico y la enfermedad me parece bastante misteriosa. Sin embargo, cuando entreví la fórmula de mi tónico Hierro Plus, tuve la ansiedad y la certeza del triunfo y empecé a botaratear jactanciosamente, a decir que en farmacopea y en medicina, óiganme bien, como lo atestiguan las páginas de "Caras y Caretas", la gente consumía infinidad de tónicos y reconstituyentes, hasta que un día llegaron las vitaminas y barrieron con ellos, como si fueran embelecos. El resultado está a la vista. Se desacreditaron las vitaminas, lo que era inevitable, y en vano recurre el mundo hoy a la farmacia para mitigar su debilidad y su cansancio.
Cuesta creerlo, pero mi nuera se preocupaba por la inapetencia de su hija menor. En efecto, la pobre Margarita, de pelo dorado y ojos azules, lánguida, pálida, juiciosa, parecía una estampa del siglo XIX, la típica niña que según una tradición o superstición está destinada a reunirse muy temprano con los ángeles.
Mi nunca negada habilidad de cocinero de remedios, acuciada por el ansia de ver restablecida a la nieta, funcionó rápidamente e inventé el tónico ya mencionado. Su eficacia es prodigiosa. Cuatro cucharadas diarias bastaron para transformar, en pocas semanas, a Margarita, que ahora reboza de buen color, ha crecido, se ha ensanchado y manifiesta una voracidad satisfactoria, casi diría inquietante. Con determinación y firmeza busca la comida y, si alguien se la niega, arremete con enojo. Hoy por la mañana, a la hora del desayuno, en el comedor de diario, me esperaba un espectáculo que no olvidaré así nomás. En el centro de la mesa estaba sentada la niña, con una medialuna en cada mano. Creí notar en sus mejillas de muñeca rubia una coloración demasiado roja. Estaba embadurnada de dulce y de sangre. Los restos de la familia reposaban unos contra otros con las cabezas juntas, en un rincón del cuarto. Mi hijo, todavía con vida, encontró fuerzas para pronunciar sus últimas palabras.
-Margarita no tiene la culpa.
Las dijo en ese tono de reproche que habitualmente empleaba conmigo.
sábado, 20 de febrero de 2010
Receta para ser el hombre invisible y poder penetrar en ciertos lugares...
Es muy simple: No usar ropa, no usar calzado, no usar desodorante, no usar jabón, no usar ropa interior, no usar lentes, no lavarse la boca, no usar cepillo de dientes, no tener mochila ni billetera.
SimplemEnte ser un un sucio, vago y atorrante.
Receta de Víctor, el cocinero.
Receta para enamorar a una persona. Nota: Es un postre agridulce
Procedimiento: Condimentar con suspiros. Declararle el amor que se siente. Tamizar los alitos del corazón.
Poner todo junto en un abrazo y decirle "Te Amo".
Por último, decorar con un beso interminable y endulzar con pasión.
Servir caliente.
Calos Salguero
Receta para salir de esta situación
Pedro.
Recetas para...
viernes, 12 de febrero de 2010
No dejes que el viento nos arrastre
"No Dejes que el Viento nos Arrastre" es una humilde novela que estoy escribiendo.
Es la historia de Cheng (Cheny), nacida en Seúl (Corea del Sur) cuyos padres llegan a la Argentina a buscar un mejor futuro para la familia, pero la tragedia se hace presente y la niña queda huérfana.
Ernesto (Tomy), es un colombiano que llega a la Argentina con un amigo y el tío de éste. Sus padres, al igual que los de Cheng, han muerto.
Las circunstancias de la vida lo llevan a la calle y allí practica el arte de hacer malabares, oficio que -en parte- aprendió de su familia.
Él vende alfajores en una plaza y ella lee un libro cuando el amor los sorprende.
Ese amor adolescente, tierno e inocente, deja hondas huellas en sus vidas… que persisten aún en la distancia y a través del paso de los años.
Hay un sueño recurrente para Ernesto: querer besar a Cheng y que el viento se la lleve, la aparte de sus brazos.
Así están Paolo y Francesca en el segundo cerco (o círculo) del infierno que visita Dante. Fueron condenados por la lujuria. Paolo (o en algunas versiones Pablo) era el bello hermano de Giovanni y estaba casado. Fue a pedir la mano de Francesca (o en algunas versiones Francisca) para Giovanni, pero se enamoró de ella y se volvieron amantes. El padre de éste los mató. Su pena en el infierno (la ley del “contrapeso”) era ser arrastrados por el viento, mirarse y no poderse tocar: “Esos a quienes los vientos acometen/los pecadores son, torpes, carnales/que al apetito la razón someten/ Que como al estornino, a desiguales/vuelos obliga el tiempo no propicio, / así los lleva en surcos eternales”. Ver: Alighieri, Dante. Divina Comedia. 2004. Losada, Bs. As. Pp28.
Otros personajes buscan su felicidad a su alrededor: una acróbata que sabe leer las manos, un ingeniero civil que busca a una muchacha misteriosa que esconde un secreto cuya clave está en su nombre: Ana Karenina (personaje de León Tolstoi), una humilde muchacha de un barrio porteño que soporta a su iracundo padrastro y cuida de su vulnerable madre, un joven amante de la música que quiere dejar atrás los errores de su vida que lo llevaron a un reformatorio…
Mariana Valle
PD: Si querés leer más, hay que esperar a su impresión (publicación si se da el milagro). Les dejo un fragmentito de un capítulo de igual nombre, a manera de adelanto. ¡Espero que les guste!
Capítulo 27: No dejes que el viento nos arrastre
Tomy empezó a hablar:
“Tengo que decirte que… una chica me besó. Y me siento muy mal por eso. Pero tenés que confiar en mí, ese beso no hizo si no hacerme saber aún más cuanto te amo…”
María provenía de una familia circense. Es común que esta peculiar vocación artística se transmita de padres a hijos. Ella y su hermano comenzaron a practicar la acrobacia aérea con sogas desde que tenía 6 años, junto a sus padres.
Estar con un arnés en el cuerpo suspendida en el aire le daba infinita sensación de libertad, era semejante al vuelo.
Tenía tal destreza para este acto que cuando Tomy la veía hacerlo le parecía que era una mariposa: con ese enterizo lleno de colores brillantes…
Todo en ella era espontaneidad y sencillez. Tenía una risa cantarina, como las aves…
Era bastante pequeña de altura, muy flaquita y huidiza, como los gorriones.
Tenía la piel morena, los ojos marrones claros y una hermosa sonrisa. Se podría decir que su belleza era común, pero si se trataba con ella aparecía un aura especial. Algo que la hacía diferente del resto: esta chica volaba…
Desde que lo conoció a Tomy se hizo amiga de él y lo ayudó a incorporarse a la obra.
Era una idea de Helena que conjugaba el espectáculo circense con el teatro. En ese momento estaban haciendo Sueño de una noche de verano de William Shakespeare cuyo mundo fantástico se acoplaba muy bien a la idea original.
El día anterior, María probaba trucos sobre la cama elástica y lo invitó a Tomy. Ambos saltaban cuando él, inexperto, cayó sobre ella y ésta lo besó.
María no pensaba en las cosas, las hacía por impulso. Para ella el beso no significó nada más que una muestra de cariño hacia un amigo.
Tomy se sintió un poco perturbado esa noche, porque sentía que había hecho algo malo. Y pensó que lo mejor era contarle a Cheny.
Cuando se quedó dormido soñó que ella lo esperaba en la plaza. Él llegaba, le tomaba el rostro y le besaba dulcemente esos labios, suaves como las uvas…
Y de pronto se daba cuenta que ambos estaban suspendidos en el aire, como flotando… Y sus labios se apartaban de los de él: sus cuerpos se alejaban el uno del otro como arrastrados por el viento. Como si fuesen Paola Y Francesca, descriptos por el Dante …
Cuando se despertó era todavía de noche. Prendió la lucecita del velador y anotó en un papel todo el sueño, porque le pareció mágico y hermoso:
“No dejes que el viento nos arrastre: quiero seguir besándote hasta el amanecer…”, escribió.
Ella el día anterior, se peleó con su padre. Christopher tenía un gran corazón pero era muy severo con sus hijos, como lo habían criado a él. Quería para ellos lo mejor.
Miró el boletín de calificaciones de su hija con el ceño fruncido: “¿Un 6 en matemáticas? Has bajado mucho tu promedio, que siempre supo ser de 9… Ahora es de 8, 50…”.
“¿Nunca soy buena para vos?, ¿nunca es suficiente?”, le dijo y se marchó muy triste de la sala hacia su cuarto.
Como Christopher trabajaba mucho. Los cuatro reclamaban su atención y buscaban su aprobación constante. Sobre todo Mariano y ella, que habían sido adoptados de grandes y que tenían cierto temor a ser rechazados porque llevaban más a flor de piel las heridas de sus vidas: temían más al abandono.
Ella se esforzó desde el primer momento en que fue adoptada en agradar a su reciente “padre” con sus buenas notas. Él comentaba orgulloso ante los demás ese excelente desempeño.
En 5 años aprendió a la perfección un idioma nuevo: el español.
Sus padres se instalaron en la Argentina con su abuela paterna, desde que ella tenía 6 años. La economía de Corea del Sur no iba bien y desearon probar suerte en este país: apostaron todo sus ahorros: su futuro. Y les fue bastante bien hasta que llegó la desgracia.
Pusieron un mercadito de ropa en Once. La abuela, como era muy trabajadora y para ampliar los recursos de la familia, se empleó en la casa del señor Thompson como mucama, que en ese entonces estaba casada con una bella mujer de la que se divorció (después de adoptar a Lisi).
Un frío día de Julio entraron dos hombres a local. Cheny estaba con su maestra particular (tenía 8 años). Los señores Lee estaban solos. Los extraños sacaron un arma y los amenazaron. Les sacaron la llave del negocio y cerraron la puerta. Uno le pidió todo el dinero, mientras el otro revolvía entre las prendas de ropa y guardaba todo en un bolso.
El señor Lee, temeroso, intentó agarrar el teléfono debajo del mostrador. El ladrón que lo apuntaba tuvo el súbito pensamiento de que era un revolver lo que buscaba. Le disparó a él y a su esposa.
Cheny vivió dos años con su abuela, quien siguió trabajando en la mansión de los Thompson y vendió el local que le recordaba a la infamia y la tragedia.
Cheny la acompañaba muchas veces, cuando no estaba estudiando. Se portaba muy bien. El señor Thompson le tenía un gran cariño.
Dos años más tarde su abuela murió de una afección cardiaca, precipitada por la tristeza, seguramente.
Christopher no dudó en hacer todos los trámites de adopción (instando a su esposa a colaborar con esa empresa) para quedarse con esa hermosa nena: la primer “hija del corazón”. Después vino Lisi, unos meses más tarde. Y su mujer lo dejó criando dos hijas (y dos hijos que habrían de venir).
Cheny se acostó en su cuarto y hundió la cabeza en la almohada. Cuando estaba mal por algo, se culpaba de todo. Como si pudiese remediar las cosas con ello…
Tenía tanto miedo de perder el amor de su padre, de no ser lo buena hija que él se merecía…
Pensó en Tomy y abrazó la almohada aún mojada por sus lágrimas. “Quizá no soy demasiado buena para él tampoco… Quizá merece olvidarme y ser feliz con otra chica…”, se convenció a sí misma.
Cuando escucho lo del beso ratificó su decisión. “Lo nuestro no puede ser”, le dijo.
“Vos no vas a venir a la Argentina y yo no puedo ir allá…”.
“Las cosas andan más o menos con el espectáculo, pero voy a ahorrar dinero. Podés venir acá. La casa es grande. Hay que esperar, a que seamos más grandes… Sé que vamos a estar juntos…” dijo él muy firmemente.
“No”, dijo ella ya con la voz entrecortada: “Esto no puede ser”.
Él le recordó “Vos y yo sabemos que esto no va a terminar nunca…”, me lo dijiste antes de irme.
“Entonces tomémonos un tiempo. Pensemos. Tratemos de vivir nuestras vidas el uno sin el otro (ella lo decía, pero a la vez pensaba que era imposible. Porque todo a su alrededor estaba impregnado de él)…”
“¡No!”, exclamó él negándose a esa idea: “No dejes… que el viento nos arrastre…”
“Por favor”, dijo ella.
“Está bien” dijo él, que ni siquiera terminaba de comprender del todo, porque estaba sumido en una marea de angustia, temor… confusión.
Ella salió del locutorio con un nudo en la garganta. Las gotitas empezaban a mojar las veredas.
Las cuadras se le hicieron eternas bajo la lluvia y con su dolor.
Llegó a su casa, subió a su cuarto y lloró. Después suspiro, como sin necesitara darse un alivio…
Él fue a su pieza. Tomó el papel con el sueño escrito y lo rompió con bronca. Se acostó. Estaba profundamente enojado: contra todos, con él mismo, con ella, con el destino… Después eso se convirtió en pena y en nostalgia…
Perlas en la Cama
Dormía sólo con el pijama puesto. Parecía suficiente, pero para ella no lo era.
Desde que se divorció de El Gordo, creía que era la reencarnación de Marilyn Monroe.
Había escuchado que la actriz dormía sólo con una gota de Chanel n° 5... Y quería imitarla.
Beatriz no tenía, obviamente, las curvas de la blonda, pero ella intentaba plagiar su estilo. En vez de dormir con el perfume puesto, dormía con el collar de perlas que le había regalado su madre el día de casamiento con ese obeso de miércoles que la había engañado con una rubia y, encima, más joven que ella.
Debido a esto, decidió teñirse su cabello azabache de rubio platinado; y se compró diez vestidos blancos para salir a la calle con ellos, los días más ventosos...
¡Pobres los ojos del que pasara justo por delante de ella, cuando una fuerte corriente de aire, le moviera los vuelos de su níveo vestido que se le subía hasta la cintura! Claro que, en vez de mostrar torneadas piernas, mostraba dos pequeñas garrafitas con golpecitos cerca de las nalgas.
¡Qué más le daba! Su marido- ese pelado imbécil- no la vería y ,además, le gustaba la idea de que todos en la oficina se rieran de él y le dijeran que su ex mujer mostraba sus partes pudendas, debajo de un transparente vestido que volaba por los aires con cada ráfaga de viento. "Porque sí, imbéciles... ¡él tocó cada uno de estos pocitos!"
Dormía con el pijama puesto y, ahora, también con un collar de perlas... ¡Qué Marilyn Monroe ni Marilyn Monroe!. Si el otario ese vuelve a querer tocarme, lo ahorco ahí mismo con el largo collar... Claro, con sólo una gota de perfume...¿Cómo podría defenderse la pobre y tonta Marilyn?
Laura Hererro
jueves, 11 de febrero de 2010
La Esfera
Nace con su primera actividad o función, pero -por lo que sé- comenzó antes del ser humano. si miramos la tierra desde afuera o de adentro vemos ese formato en cualquier punto en que nos encontremos.
Formato que se repite en un infinito de cosas que la habitan o conviven. La podemos descubrir en literatura, pintura, matemáticas y todas las ciencias que nos imaginamos. Donde dirigimos la vista siempre está allí.
La generalidad de la gente la asocia con el deporte, desde el órgano con el que se observa hasta el objeto con que se juega.
Si nos remontamos al descubrimiento de la rueda, de allí en más, son infinitas las utilidades que se le da.
Aunque su nombre no incluye el artículo, la esfera siempre está.
Jesús.
miércoles, 10 de febrero de 2010
Padre Hurtado
Era un día de verano en Chile. El 22 de enero de 1901, nace en Viña del Mar Alberto Hurtado Cruchaga. Cerca de un siglo después será oficialmente declarado santo.
En su temprana infancia Alberto sufre una dolorosa pérdida: al cumplir los cuatro años, muere su padre por lo que pronto su familia debe trasladarse a Santiago, a vivir de “allegada” en casas de parientes. Así, desde niño, Alberto empieza a experimentar la precariedad y la pobreza. Su madre, Ana Cruchaga, a pesar de las dificultades, encontró formas para servir a los más pobres en un patronato. Fue un ejemplo que se graba en el corazón de su hijo.
En 1909 Alberto ingresa al Colegio San Ignacio dirigido por los padres jesuitas. Desde su adolescencia su director espiritual es el P. Fernando Vives quien le ayudará a vivir sus experiencias sociales como experiencia de Dios. Así se despierta su vocación sacerdotal. A los 16 años pide entrar a la Compañía de Jesús, pero los jesuitas le aconsejan esperar, considerando la penosa situación económica de su madre.
Por ello, Alberto ingresa a la Universidad Católica a estudiar Leyes. Mientras tanto sigue buscando activamente nuevas formas de servir a Dios y al prójimo mediante trabajos apostólicos y a través de sus propios estudios. En 1923 se recibe de abogado.
2. Religioso Jesuita
Providencialmente, la situación económica de la familia Hurtado Cruchaga mejora. Ello le permite a Alberto cumplir su anhelo de ingresar a la Compañía de Jesús el 14 de agosto de 1923 en Chillán. La larga formación religiosa lo alejará de su madre y del país por 11 años. Estudia en Argentina, en Barcelona, para terminar en Lovaina, Bélgica, donde además de Teología sigue la carrera de Pedagogía.
Alberto Hurtado en el noviciado de Chillán, 1923
El 24 de agosto de 1933, cuando tenía poco más de 32 años, es ordenado sacerdote en Bélgica. El mismo día pone un telegrama a su madre enviándole su bendición sacerdotal. El 25, el padre Alberto Hurtado celebra su primera misa.
En 1935 obtiene el título de doctor en Ciencias Pedagógicas. Sus compañeros y superiores de esa época dan testimonio del cariño y admiración que sienten por este jesuita chileno que se destaca por su piedad, dedicación a los estudios y caridad. “Un hombre verdaderamente eximio”, dirán de él.
3. Educador y apóstol de los jóvenes y de las vocaciones sacerdotales
Al volver a Chile, en febrero de 1936, el joven sacerdote comienza un intenso apostolado. Como doctor en Educación dedica la mayoría de sus fuerzas a la formación y a la dirección espiritual de sus alumnos. Es profesor en el Colegio San Ignacio, en el Seminario Pontificio, en la Universidad Católica, en una escuela nocturna. También da muchas conferencias y retiros.
Con los jóvenes el P. Hurtado tiene una gran sintonía. Comprende sus anhelos e inquietudes. Con prodigiosa memoria llama a muchos por sus nombres. Se muestra alegre y cordial. Los escucha con atención total, sin prisa, y los aconseja. Acompaña a muchos jóvenes en su discernimiento vocacional. Suele despedirse de cada uno con un cariñoso “adiós, patroncito”.
En 1941 es nombrado asesor de la Acción Católica, cargo en el que realiza una labor muy fecunda. Recorre Chile entero invitando a los jóvenes a conocer a Cristo y a compartir su ideal de vida. Los congrega, les da ejercicios espirituales, retiros. Más de un centenar de jóvenes, viendo a este jesuita lleno de Dios, sensible con los pobres, viril, optan por el mismo camino sacerdotal del P. Hurtado.
Después de tres años de total dedicación, el P. Hurtado se ve obligado a renunciar, con mucho dolor de su parte y de los jóvenes que lo seguían, a la asesoría de la Acción Católica por desacuerdos con el asesor nacional y obispo auxiliar de Santiago, monseñor Augusto Salinas. El prelado consideraba muy avanzada la formación social que proponía quien había sido su amigo desde la juventud. En esos momentos, Alberto Hurtado demuestra un amor filial y adhesión ejemplar a la Iglesia.
4. Su espiritualidad
Para Alberto Hurtado, Cristo es simplemente todo: la razón de su vida, la fuerza para esperar, el amigo por quien y con quien acometer las empresas más arduas para gloria de Dios. Ve a Cristo en los demás hombres y mujeres, especialmente en los pobres: “El pobre es Cristo”. Como sacerdote se siente signo personal de Cristo, llamado a reproducir en su interior los sentimientos del Maestro y a derramar en torno suyo palabras y gestos que animen, sanen y den vida.
Cuando el P. Hurtado se pregunta “¿Qué haría Cristo en mi lugar?”, está revelando el secreto del camino de santidad, de su “ser contemplativo en la acción”. Esa es la regla de oro que conduce su vida. No se trata de imitar mecánicamente lo que hizo Jesús... sino de tener la capacidad de discernir qué haría Él hoy.
Y cuando exclama “Contento, Señor, contento", expresa su fe en Cristo resucitado. Las veces que pronuncia esta frase, lo hace tras noches de muy breve descanso, de fatigas acumuladas, y con la cruz de la incomprensión de amigos y, a veces, de algunos superiores. Dolores, soledades y acusaciones sin fundamento, envidias, mezquindades... Pero nada le borra la sonrisa de sacerdote crucificado y resucitado con Cristo.
5. Trabajo social: el Hogar de Cristo y la ASICH
El P. Hurtado siempre tuvo un corazón muy sensible al dolor de los pobres y marginados. Se siente impulsado con gran fuerza a luchar por anunciarles el mensaje de Cristo y por cambiar su situación. Él hace un constante llamado a abrir los ojos para mirar con honestidad la realidad social del país. Fruto de esta perspectiva es su libro ¿Es Chile un país católico? (1941) y otros que escribirá más adelante. Su mirada sobre los pobres no es una mirada estadística, sino la del evangelio, la del hermano: “Yo sostengo que cada pobre, cada vago, cada mendigo es Cristo en persona que carga su cruz. Y como Cristo debemos amarlo y ampararlo. Debemos tratarlo como a un hermano, como a un ser humano, como somos nosotros”.
La pasión y el dolor con que el P. Hurtado se refiere, en un retiro dado a señoras el 16 de octubre de 1944, a la realidad de tantos pobres de nuestra patria, da origen tres días después a una de sus obras más conocidas: el Hogar de Cristo, lugar de acogida y de educación para los marginados.
Su intención es devolver a esas personas su dignidad de chilenos y de hijos de Dios. Por eso se preocupa de que cada uno de los mendigos que entra al Hogar reciba una atención cariñosa, como si fuera el mismo Cristo. Por las noches, el P. Hurtado sale en su camioneta verde a buscar a niños y jóvenes vagabundos que se encuentran ocultos por la oscuridad de la ciudad o bajo los puentes del río Mapocho. Los llama e invita a acompañarlo al Hogar de Cristo.
En 1948, convencido de que “la caridad comienza donde termina la justicia” y de que los mismos trabajadores tienen que luchar por su dignidad, funda la ASICH (Acción Sindical Chilena). Su meta es lograr un orden social cristiano. Estimula a los trabajadores, especialmente a los cristianos, a prepararse en la doctrina social de la Iglesia, a incorporarse a los sindicatos, a capacitarse en talleres. Tampoco descuida la formación de las mujeres, a las que organiza en pequeños círculos de acción, transmitiéndoles su propia espiritualidad. Fueron numerosas las señoras que lo seguían de cerca y lo ayudaron en sus obras, que ellas continuaron después de la muerte de su fundador.
6. Trabajo cultural: la Revista Mensaje
El P. Hurtado mira con profundidad la realidad chilena a la que quiere transmitirle la ‘buena noticia’. Su intención es extender hasta el mundo de los profesionales, intelectuales y jóvenes una visión que marque a fondo los valores de la sociedad. Se trata de evangelizar la cultura. Para responder a ese desafío pensó crear una publicación orientadora del pensamiento cristiano. Aprobada la idea, en 1951, cuando ya la enfermedad estaba minando su cuerpo, el P. Hurtado funda la revista Mensaje cuya primera edición con un tiraje de 2.000 ejemplares circuló el 1º de octubre de ese año. Consume sus fuerzas pidiendo colaboradores y artículos, escribiendo él mismo, consiguiendo suscriptores.
7. Enfermedad y muerte
La salud del P. Hurtado se va deteriorando rápidamente. El 19 de mayo de 1952, en lo que era el Noviciado Loyola que él había ayudado a construir y que está en la localidad que hoy lleva su nombre, celebra su última misa. Ya no volverá a levantarse. Dos días después sufre un grave y doloroso infarto pulmonar. Trasladado al Hospital Clínico de la Universidad Católica, se le diagnostica un cáncer al páncreas. Recibe la noticia como un don de Dios. Su cuarto se convierte en lugar de peregrinación al que acude gente de todos los medios sociales. El P. Hurtado recibe a muchos, da instrucciones sobre el Hogar, aconseja, bendice. Hasta el último momento da testimonio de la delicadeza de Dios con él.
Muere santamente, en total paz y tranquilidad el 18 de agosto de 1952.
Su amigo de toda la vida, el obispo Manuel Larraín, preside un masivo funeral el 20 de agosto en la iglesia de San Ignacio. Durante el sepelio muchos son testigos de un hecho extraordinario: al sacar el ataúd de la iglesia, se forma en el cielo una cruz de nubes tan nítida que obliga a arrodillarse a muchísimas personas. Los restos del P. Hurtado son sepultados junto a la Parroquia de Jesús Obrero. Hoy se encuentran en el Santuario que está junto a esa parroquia.
"Ahí Pero Dónde, Cómo" de Julio Cortázar
A vos que me leés, ¿no te habrá pasado eso que empieza en un sueño y vuelve en muchos sueños pero no es eso, no es solamente un sueño? Algo que está ahí pero dónde, cómo; algo que pasa soñando, claro, puro sueño pero después también ahí, de otra manera porque blando y lleno de agujeros pero ahí mientras te cepillas los dientes, en el fondo de la taza del lavabo lo seguís viendo mientras escupís el dentífrico o metes la cara en el agua fría, y ya adelgazándose pero prendido todavía al piyama, a la raíz de la lengua mientras calentás el café, ahí pero dónde, cómo, pegado a la mañana, con su silencio en el que ya entran los ruidos del día, el noticioso radial que pusimos porque estamos despiertos y levantados y el mundo sigue andando. Carajo, carajo, ¿cómo puede ser, qué es eso que fue, que fuimos en un sueño pero es otra cosa, vuelve cada tanto y está ahí pero dónde, cómo está ahí y dónde es ahí? ¿Por qué otra vez Paco esta noche, ahora que lo escribo en esta misma pieza, al lado de esta misma cama donde las sábanas marcan el hueco de mi cuerpo? ¿A vos no te pasa como a mí con alguien que se murió hace treinta años, que enterramos un mediodía de sol en la Chacarita, llevando a hombros el cajón con los amigos de la barra, con los hermanos de Paco?
martes, 2 de febrero de 2010
"El Bondi", "Un travesti, un Mago y un Cuadro" , "El Mago y la Mariposa", "La Carpintería" y "El Regalo"
Un travesti ascendió al transporte de colectivo con medio vestido y con zapatos taco alto. Parecía un cuadro de una obra de teatro. Y al verlo el chofer por su espejo, hizo un suspiro como diciendo: "¿Y a éste dónde lo tiro?". Mientras en el viaje los demás pasajeros se reían disimuladamente, apareció el de siempre, que es como un mago y dijo: "-Hay mamita querida, yo a éste me lo levanto" (en voz alta). Yy yo que venía sentado en el asiento trasero le dije: "Andá tiráte un p..." y apunté con el dedo hacia el timbre y me bajé como siempre. Chau Gente.
Víctor.
Un Travesti, un Mago y un Cuadro
Era un travesti hermoso, muy conocido en el barrio, que se había enamorado locamente de un cuadro del famoso pintor Amors. Todos los días lo miraba extasiado, arrobado, loco, como encendido. Y se repetía a sí mismo: ¡sólo un mago, sólo un mago puede haber realizado semejante obra de arte! La pintura en cuestión representaba un desnudo femenino a la orilla de un arroyo en el corazón de las serranías cordobesas.
Un día de diciembre, muy cercano a las navidades, el travesti se armó de valor y decididamente se dirigió al lugar donde exhibían la pintura. Con un gesto dulce, pero firme se dirigió al casero- psicólogo de nombre Gastón y le espetó:- Buen hombre, ¿podría decirme usted quién fue el mago (porque sólo un mago puede hacerlo), autor de esta obra?-. -Pues, sí, hermoso travestido, es el Sr. sentado en la mesa redonda, frente a la compu-. -¿Lo puedo saludar?-preguntó el trabuco-. -¡Oh, sí!, ¡Alfredo, Alfredo!- lo llamó Gastón
afredo, de espaldas, miró por sobre el hombro y fue un recípocro flechazo. Lo que sigue pertenece a la intimidad de la pareja.
Raúl Pereyra.
El mago y la mariposa
El cuadro estaba colgado en el centro del escenario, donde un mago anunciaba que era capaz de producir un desusado acontecimiento. Estaba tapado de la vista por un paño de seda amarillenta fuerte.
El mago entre tantas cosas que iba diciendo a la concurrencia, manifestó que el cuadro encerraba la imagen de un personaje, quizás perdido en la noche de los tiempos, y que había tratado de escapar de una noche del carnaval de Venecia. Quería el personaje, en su delirio, ocultar su verdadera identidad, aquella que le daba su razón de ser. Había apelado a una máscara, a modo de antifaz dorado, con forma de alas de mariposa.
Todo esto quedó a la vista, cuando el mago en un pase ……… de su mano, dejó al descubierto el cuadro, quitando el paño de seda. Allí estaba la figura, que no podía definirse a simple vista como femenina; más sí con rasgos que así querían mostrarse. No era nada en particular, sólo una suma de imágenes asociadas a la figura vista en el cuadro. La velada mirada se intuía con ojos de una extraña luminosidad. Insinuante, vital, y quizás misteriosa.
El mago se aproximó al cuadro que ahora pareció salir de las dos dimensiones de una pintura para comenzar a corporizarse en forma humana. Con un simple gesto, el mago tomó la mano, muy fina, de largos dedos de la figura del cuadro, y al instante, la figura salió y se hizo presente, material, en medio del escenario.
El mago entonces tomó a la figura, que ahora se denotaba joven y bella, aún cuando no se definía su sexo; que quedaba como oculto o no manifestado plenamente.
El mago atrajo a la figura hacia sí con un gesto de su mano izquierda, que tomó dulcemente al personaje por su cintura, hasta juntarlo fuertemente contra su propio cuerpo. Un beso ardiente, apasionado del mago, en la boca de la figura, quiso sellar el instante. La figura primero aceptó, pero luego se desprendió del abrazo, y quitándose el antifaz, lo arrojó a sus pies. El mago quedó sorprendido: No era su veneciana Carola quien estaba frente a él, sino un bellísimo muchacho en figura femenina, que ahora se revelaba.
El mago lo miró intensamente a los ojos y allí comprendió que no se reencontraría nunca con su Carola, perdida en un carnaval de Venecia. Esto lo cegó. Miró nuevamente a la figura femenina del muchacho y clavando ahora la vista en el antifaz con forma de mariposa, con un gesto mágico, hizo que éste cobrara otra dimensión, elevándose del suelo y transformándose en una mariposa, que trastocó su cuerpo por el del joven y elevándose se perdió en un haz de luz del escenario.
El mago quedó extasiado mirando, hasta que cayó al suelo y se desvaneció en una nube como de vapor, que hizo recordar las nubes sobre el gran canal de Venecia.
Alfredo Mors
La carpintería
Fui a una carpintería a comprar una madera. Y salían caras y no me alcanzaba para comprarlas. Y cuando salí de la carpintería venía pensando la forma de hacer dinero. Y por el camino me encontré dos cuadros.
Ramón Alejandro Molina
El regalo
Esto ocurría en Literandia,
el país de la reina Ricarda.
En su pueblo esperaban que fuera
un gran rey y no soberana.
Pero el mundo es un cambio constante,
lo diría hasta el propio Charles Darwin.
Y por eso Ricarda cambiaba
como escamas sus tontos amantes.
Fue que un día en que la celebraban,
sus cuarenta confusos inviernos,
recibió un regalo no tierno,
que al mirarlo sintió un cruel infierno.
Es que el mago más viejo del reino
retrató su ambigua hermosura,
y he aquí el pequeño detalle:
No hubo ropa en aquella pintura.
Miguel Valle
Consigna: Personajes
Soledad
ni andar como un orfebre
tras la rima,
las palabras preciosas y el estilo.
Hoy sólo quiero contarte mis pesares,
decirte que te adoro, así,
con palabras comunes,
sin colores ni tormentos,
sin cielos ni estrellas
ni musas que me inspiren.
Hoy sólo te quiero con el alma
con mis húmeros, dolores y máscaras.
Porque extraño tus besos y tus manos
y porque odio esta soledad que me dejaste.
Raúl Pereyra