miércoles, 13 de enero de 2010

La máscara y el rostro

Por fin puedo mostrarme tal cual soy. Siempre había llevado una careta que tapaba mis sentimientos. Algo que me hacía ver similar a todos los que me rodeaban y, de ese modo, pasar más desapercibido.
No quería antes mostrar aquellas cicatrices que a lo largo de mi vida habían quedado en mi alma y que se transmutaban al exterior, cambiando cada día el aspecto que tenía.
Pero hoy no. Hoy decidí salir con mi verdadero rostro. Ese que no quería mostrar. Tuvo que ver con esta transformación el brujo indio de los Altos de Alberdi que con su conjuro apartó de mí esa ansia de fingir y permitió que apareciera lo más auténtico, que es esta cara.
Muchos pensarán ahora “¿qué le paso?, ¿por qué esa cara tan terrible?, ¡por qué esos ojos eyectados de sangre”.
“¡Ah!.., dirán,… Es que se ha puesto una careta”.
¿Qué pasaría, me pregunto yo, si supieran la verdad?
Hoy pude darme el gusto de volver a aquellos sitios que tanto quise, sólo que fueron queridos con ese rostro (careta oficial) que todos conocían. Pero no hoy. Hoy volví a verlos con mi verdadero rostro. Ese que oculté por largo tiempo. ¿Por qué ocultarlo? Hoy todo es transparente. Si a alguien le parezco un monstruo será porque realmente lo soy. No más fingir. No más ocultar. Mi verdadero rostro salió a la luz hoy.
Quizás el diablo baile su danza, o el perro me ladre, o Mickey se ría de mí, o una rubia alegre me tire una sonrisa. No lo sé. Sólo sé que lo que siga de aquí en adelante será auténtico.
Alfredo Mors (con máscara de monstruo)

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