Estaba feliz y radiante ese día. La despertó el alba con los cálidos rayos del sol entibiándole el rostro. Se sintió plena, digna, poseedora de las más altas bellezas del mundo.
Antes de levantarse de su lecho, miró a su marido y le besó dulcemente los ojos.
Caminó por el sendero de hierba fresca, se mojó los pies en el arroyo. Su rostro reflejado en el agua le causó gracia. Tenía el cabello alborotado y una mancha de lodo sobre una mejilla.
Recogió provisiones para el frugal almuerzo de todos los días. Cuando se abría paso ente la exótica vegetación para llegar a morada, se topó con la serpiente, quien le ofreció las más grandes posesiones, cosas de las que ni ella tenía conocimiento, pero hacia las cuales se sintió atraída –tal vez- por el mágico hechizo de las palabras del animal…
Sintió el sentimiento más perturbador del mundo entero…
Cuando supo lo que había hecho, corrió desesperada, mientras las lágrimas le caían por el rostro… corrió a través del espacio y del tiempo, tal vez hacia la eternidad. Sintió malestar y sensación de irrealidad…
Una angustia punzante le atravesaba la garganta como una daga… pero corrió…
siguió corriendo…sigo corriendo y escucho el eco de su lamento, sigo buscando el paraíso perdido pero jamás olvidado; lo sigo buscando en los ojos brillantes del ser amado, en el cálido y sincero abrazo maternal, en el sol del otoño… por siempre, atravesando un sendero, compensando la horrible sensación que embargó a Eva el día que mordió la manzana…
Mariana Valle (hermana de Miguel)
jueves, 14 de enero de 2010
miércoles, 13 de enero de 2010
En aquél instante suspiraba con honda tristeza...
No habían dado las doce todavía y estaba ya con el estofado en el fuego y la mesa puesta...
Se hallaba impaciente, le transpiraban las manos... A lo lejos sonaba suavemente un tema de Roberto Carlos...
Tenía la mirada perdida y por entre sus ojos brillosos se le escapó una lágrima que rápidamente secó con su pañuelo, perfectamente almidonado, que sacó del bolsillo de su vestido marrón.
ya el reloj daba las doce y diez cuando se acercó a la puerta, como creyendo en ese gesto que haría que él volviese, pero nada...
A las trece y treinta llegaría, como siempre, con cara de "buenos amigos" a pedir que le sirviese la comida...
No se hablarían más que palabras circunstanciales, apenas sí se mirarían a los ojosy empezarían una vez más el fúnebre ritual del almuerzo "familiar".
a las catorce él ya se habría acostado mientras ella lavaba los platos...
A las dieciseis él se levantaría, tomaría su abrigo y saldría a trabajar...
A las veintidós volvería y ella de vuelta estaría con la mesa puesta...
A las veintitres él miraría el "programa de la hora" en el canal de aire, mientras ella leía una novela de amor y soñaba con recobrar la gracia de la juventud perdida.
Antes de irse a dormir, a las veintitrés y cuarenta y cinco am. -más o menos- ella daría vueltas en la cama y pensaría una vez más en sus anhelos frustrados de ser madre.
En aquél instante suspiraba con honda tristeza... Él tenía que llegar a las trece y treinta, pero no llegó...
Salió a visitar a su madre y se cruzó con la vecina del quinto piso, con la que hablaron de su pasado en común en el colegio Bernardo Houssay. Como otras veces, ella lo invitó a pasar a su casa y en esta ocasión él aceptó.
A las catorce el fuego había consumido casi toda la comida, cuando ella salió apresurada del baño, alertada por el olor a quemado.
Había mojado el piso recién encerado con el aceite que derramó , sin querer, al volcar la botella -como nunca antes- no guardada en sus sitio.
a las quince ya había lavado todos los platos y él no llegaba aún.
a las diecisiete, ella pensó en su novio de la secundaria: a quien había visto, con mucho agrado, hace unos días antes en el super. Buscó en su antigua agenda y guardó su número de teléfono.
A las veintidós él llegó y se disculpó con excusas por lo sucedido: Ella disimuló.
Antes de las doce ya estaban acostados y tenían una sonrisa en los labios, dibujando castillos de aire en el cielo, soñando despiertos...
Mariana Valle.
Se hallaba impaciente, le transpiraban las manos... A lo lejos sonaba suavemente un tema de Roberto Carlos...
Tenía la mirada perdida y por entre sus ojos brillosos se le escapó una lágrima que rápidamente secó con su pañuelo, perfectamente almidonado, que sacó del bolsillo de su vestido marrón.
ya el reloj daba las doce y diez cuando se acercó a la puerta, como creyendo en ese gesto que haría que él volviese, pero nada...
A las trece y treinta llegaría, como siempre, con cara de "buenos amigos" a pedir que le sirviese la comida...
No se hablarían más que palabras circunstanciales, apenas sí se mirarían a los ojosy empezarían una vez más el fúnebre ritual del almuerzo "familiar".
a las catorce él ya se habría acostado mientras ella lavaba los platos...
A las dieciseis él se levantaría, tomaría su abrigo y saldría a trabajar...
A las veintidós volvería y ella de vuelta estaría con la mesa puesta...
A las veintitres él miraría el "programa de la hora" en el canal de aire, mientras ella leía una novela de amor y soñaba con recobrar la gracia de la juventud perdida.
Antes de irse a dormir, a las veintitrés y cuarenta y cinco am. -más o menos- ella daría vueltas en la cama y pensaría una vez más en sus anhelos frustrados de ser madre.
En aquél instante suspiraba con honda tristeza... Él tenía que llegar a las trece y treinta, pero no llegó...
Salió a visitar a su madre y se cruzó con la vecina del quinto piso, con la que hablaron de su pasado en común en el colegio Bernardo Houssay. Como otras veces, ella lo invitó a pasar a su casa y en esta ocasión él aceptó.
A las catorce el fuego había consumido casi toda la comida, cuando ella salió apresurada del baño, alertada por el olor a quemado.
Había mojado el piso recién encerado con el aceite que derramó , sin querer, al volcar la botella -como nunca antes- no guardada en sus sitio.
a las quince ya había lavado todos los platos y él no llegaba aún.
a las diecisiete, ella pensó en su novio de la secundaria: a quien había visto, con mucho agrado, hace unos días antes en el super. Buscó en su antigua agenda y guardó su número de teléfono.
A las veintidós él llegó y se disculpó con excusas por lo sucedido: Ella disimuló.
Antes de las doce ya estaban acostados y tenían una sonrisa en los labios, dibujando castillos de aire en el cielo, soñando despiertos...
Mariana Valle.
Frases que inspiran
Consigna: La tallerista Laura nos propuso escribir un poema, cuento o reflexión en base a fragmentos sacados de reconocidas obras de la literatura
Contactando
Tú me miras, yo te miro
Nos miramos, ¿qué miramos?
Si miramos que nos miran,
Nos miremos sin mirarnos.
Tú me hablas, yo respondo,
Nos hablamos, ¿qué decimos?
Se dirán los que mal hablan
Que ellos ya lo habían dicho.
Tú me escuchas, yo te oigo.
Si te acerco más mi oído
Y escuchamos al silencio
Carcomer a los testigos.
Tú me tocas, yo estoy loco
Y de a poco, yo te toco.
Nos toquemos muy de a poco
Porque es mucho para todos.
Tú me embriagas, yo te atrapo.
Tú me atrapas, yo te embriago
Y si a nadie más le importa
Jugaremos otro rato.
Miguel Valle.
Nos miramos, ¿qué miramos?
Si miramos que nos miran,
Nos miremos sin mirarnos.
Tú me hablas, yo respondo,
Nos hablamos, ¿qué decimos?
Se dirán los que mal hablan
Que ellos ya lo habían dicho.
Tú me escuchas, yo te oigo.
Si te acerco más mi oído
Y escuchamos al silencio
Carcomer a los testigos.
Tú me tocas, yo estoy loco
Y de a poco, yo te toco.
Nos toquemos muy de a poco
Porque es mucho para todos.
Tú me embriagas, yo te atrapo.
Tú me atrapas, yo te embriago
Y si a nadie más le importa
Jugaremos otro rato.
Miguel Valle.
Casa Tomada
Era la casa de la bruja chota, que no nos dejaba entrar a jugar con mis amigos, que siempre queríamos entrar ahí.
Mis amigos eran Paulo, Matías, Pipo, Marcelo y quien relata.
Nosotros decíamos que la vieja chota era una pesada.
Cuenta la leyenda que había muchos fantasmas creados por ella misma.
Mientas tanto, nosotros imaginábamos en rueda de amigos entrar a su casa llena de fantasmas y monstruos.
De repente se escuchó un grito de agonía y de terror. Decidimos entrar a la casa y nos encontramos con un charco de sangre: Era la vieja chota.
Se había matado cayendo de la escalera. Nosotros nos pusimos muy contentos por la muerte de la vieja chota.
Chau, muertos, fantasmas, que se vayan a la p… que los parió.
Víctor.
Mis amigos eran Paulo, Matías, Pipo, Marcelo y quien relata.
Nosotros decíamos que la vieja chota era una pesada.
Cuenta la leyenda que había muchos fantasmas creados por ella misma.
Mientas tanto, nosotros imaginábamos en rueda de amigos entrar a su casa llena de fantasmas y monstruos.
De repente se escuchó un grito de agonía y de terror. Decidimos entrar a la casa y nos encontramos con un charco de sangre: Era la vieja chota.
Se había matado cayendo de la escalera. Nosotros nos pusimos muy contentos por la muerte de la vieja chota.
Chau, muertos, fantasmas, que se vayan a la p… que los parió.
Víctor.
Los personajes: Clase Teórica
Los personajes:
La elección de los personajes es uno de los aspectos centrales de todo tipo de relato. En general, se puede decir que es personaje todo aquello que lleva adelante una función en el relato, que actúa y produce transformaciones en el espacio o en otros personajes. Puede ser una persona, un animal, una planta, un río, etc.
El mayor desafío de un escritor es “darle vida” a los personajes. Esto implica que puedan “desprenderse del autor” tomar autonomía e identidad a través del relato y poseer su propia idiosincrasia que los haga actuar de tal o cual modo. Por ejemplo: Raskolnikov (de rostro pálido que deja adivinar su sufrimiento) es un joven universitario abrumado por la miseria que abandona los estudios por falta de dinero. Esto lo hace tomar una actitud piadosa sobre las criaturas humildes del universo y lo hace aborrecer con toda su alma a la usurera dueña de la pensión que alquila, quien se niega a rebajarle el precio y desde allí en más se convierte, a sus ojos, en “el símbolo del mal”.
Ésta es una vieja “seca y repugnante” que maltrata a su hermana y es profundamente codiciosa e insensible ante la desgracia ajena.
Raskolnikov posee delirios y paranoias, cree que está permitido violar las leyes y las normas morales para ser alguien superior, poderoso, que pueda ayudar a quienes más lo necesitan.
En un rapto de locura roba a la vieja y después la mata, etc…
Como vemos, Dostoievski hace un esbozo de su personaje ya desde las primeras páginas y después lo hace actuar de acuerdo a su idiosincrasia, poniéndolo en conflicto con otro personaje diametralmente opuesto y produciendo un desenlace inesperado (la muerte).
La intención de este ejercicio es hacer que elaboren en base a estos ítems un grupo de personajes para después interrelacionarlos en base a un hecho:
En el caso de Crimen y Castigo es el pedido de rebaja del alquiler que Raskolnikov hace a la usurera y que termina con el desenlace inesperado de la muerte.
Otros posibles hechos que se me ocurren son:
Una discusión sobre una herencia inesperada
Una mujer/ hombre conoce a un hombre/ mujer en una situación atípica.
La investigación de un crimen/ de un detalle curioso al interior de una pintura.
Etc.
Otro ejemplo más:
Pertenece a un cuento de Fontanarrosa.
Un hombre que ha trabajado por veinte años en una misma empresa y que la ha visto sobrevivir ha múltiples directivos y gente que ha pasado por sus paredes es removido de lugar hacia otros sector de la oficina. Allí conoce a una mujer –viuda, de unos sesenta años, de actitud alegre-a quien nunca antes había visto. Quedan en salir una noche, pero como él es tan responsable y dedicado a su trabajo, se queda haciendo horas extras para “cumplir” con su jefe y por eso falta a la cita y deja “plantada” a la mujer en el restaurante.
El jefe le ha dicho que le tiene que comunicar algo “importante” y el hombre ha estado esperando toda la semana por esa reunión ya que piensa que se trata de su merecido ascenso después de trabajar veinte años para la compañía. Por eso, oculta toda la frustración del encuentro amoroso no concretado bajo esa expectativa.
Pero el día de la reunión finalmente llega y lo que le notifica el jefe, para su sorpresa, es su despido ya que se lo considera demasiado “mayor” para seguir ocupando su puesto, etc…
Ojo: Que el personaje posea su propio carácter y sus rasgos psicológicos particulares no implica que no pueda modificar su concepción de la vida si otro personaje, que interviene en su camino, le muestra otra manera de ver la realidad.
En Crimen y Castigo el personaje se ve transformado por una dulce y humilde muchacha que se interpone en su vida.
En el cuento de Fontanarrosa, el hombre cambia su rutina al conocer a la mujer.
Personaje 1
Personaje 2 Personaje 3 Personaje 4
Sexo Masculino
Ocupación profesional
Escritor frustrado
Rasgos físicos
Delgado como una“espiga”, de ojos saltones. Tez blanca y ojos negros.
Marcas distintivas
Mechón entre medio de los ojos que le da un “aire de misterio”. Tartamudez
Rasgos psicológicos
Inhibido, tímido, ensimismado, reservado, antisocial.
Nombre o “etiqueta semántica”
Gregorio Estévez
Misión particular, sueño o anhelo personal.
Desea escribir una novela como la de Proust, su admirador, en donde narre la vida de sus antepasados
Historia personal
Conflictos con el padre, quien posee un carácter autoritario y pretende emplearlo con un primo suyo a quien éste aborrece. Estuvo casado una vez, pero su mujer lo abandonó… etc.
Rasgos ideológicos Se considera “anarquista” y enemigo de todo régimen autoritario.
Edad 35 años
Condición socioeconómica Ha derrochado la herencia de su padre, necesita ganar dinero…
Otros
La elección de los personajes es uno de los aspectos centrales de todo tipo de relato. En general, se puede decir que es personaje todo aquello que lleva adelante una función en el relato, que actúa y produce transformaciones en el espacio o en otros personajes. Puede ser una persona, un animal, una planta, un río, etc.
El mayor desafío de un escritor es “darle vida” a los personajes. Esto implica que puedan “desprenderse del autor” tomar autonomía e identidad a través del relato y poseer su propia idiosincrasia que los haga actuar de tal o cual modo. Por ejemplo: Raskolnikov (de rostro pálido que deja adivinar su sufrimiento) es un joven universitario abrumado por la miseria que abandona los estudios por falta de dinero. Esto lo hace tomar una actitud piadosa sobre las criaturas humildes del universo y lo hace aborrecer con toda su alma a la usurera dueña de la pensión que alquila, quien se niega a rebajarle el precio y desde allí en más se convierte, a sus ojos, en “el símbolo del mal”.
Ésta es una vieja “seca y repugnante” que maltrata a su hermana y es profundamente codiciosa e insensible ante la desgracia ajena.
Raskolnikov posee delirios y paranoias, cree que está permitido violar las leyes y las normas morales para ser alguien superior, poderoso, que pueda ayudar a quienes más lo necesitan.
En un rapto de locura roba a la vieja y después la mata, etc…
Como vemos, Dostoievski hace un esbozo de su personaje ya desde las primeras páginas y después lo hace actuar de acuerdo a su idiosincrasia, poniéndolo en conflicto con otro personaje diametralmente opuesto y produciendo un desenlace inesperado (la muerte).
La intención de este ejercicio es hacer que elaboren en base a estos ítems un grupo de personajes para después interrelacionarlos en base a un hecho:
En el caso de Crimen y Castigo es el pedido de rebaja del alquiler que Raskolnikov hace a la usurera y que termina con el desenlace inesperado de la muerte.
Otros posibles hechos que se me ocurren son:
Una discusión sobre una herencia inesperada
Una mujer/ hombre conoce a un hombre/ mujer en una situación atípica.
La investigación de un crimen/ de un detalle curioso al interior de una pintura.
Etc.
Otro ejemplo más:
Pertenece a un cuento de Fontanarrosa.
Un hombre que ha trabajado por veinte años en una misma empresa y que la ha visto sobrevivir ha múltiples directivos y gente que ha pasado por sus paredes es removido de lugar hacia otros sector de la oficina. Allí conoce a una mujer –viuda, de unos sesenta años, de actitud alegre-a quien nunca antes había visto. Quedan en salir una noche, pero como él es tan responsable y dedicado a su trabajo, se queda haciendo horas extras para “cumplir” con su jefe y por eso falta a la cita y deja “plantada” a la mujer en el restaurante.
El jefe le ha dicho que le tiene que comunicar algo “importante” y el hombre ha estado esperando toda la semana por esa reunión ya que piensa que se trata de su merecido ascenso después de trabajar veinte años para la compañía. Por eso, oculta toda la frustración del encuentro amoroso no concretado bajo esa expectativa.
Pero el día de la reunión finalmente llega y lo que le notifica el jefe, para su sorpresa, es su despido ya que se lo considera demasiado “mayor” para seguir ocupando su puesto, etc…
Ojo: Que el personaje posea su propio carácter y sus rasgos psicológicos particulares no implica que no pueda modificar su concepción de la vida si otro personaje, que interviene en su camino, le muestra otra manera de ver la realidad.
En Crimen y Castigo el personaje se ve transformado por una dulce y humilde muchacha que se interpone en su vida.
En el cuento de Fontanarrosa, el hombre cambia su rutina al conocer a la mujer.
Personaje 1
Personaje 2 Personaje 3 Personaje 4
Sexo Masculino
Ocupación profesional
Escritor frustrado
Rasgos físicos
Delgado como una“espiga”, de ojos saltones. Tez blanca y ojos negros.
Marcas distintivas
Mechón entre medio de los ojos que le da un “aire de misterio”. Tartamudez
Rasgos psicológicos
Inhibido, tímido, ensimismado, reservado, antisocial.
Nombre o “etiqueta semántica”
Gregorio Estévez
Misión particular, sueño o anhelo personal.
Desea escribir una novela como la de Proust, su admirador, en donde narre la vida de sus antepasados
Historia personal
Conflictos con el padre, quien posee un carácter autoritario y pretende emplearlo con un primo suyo a quien éste aborrece. Estuvo casado una vez, pero su mujer lo abandonó… etc.
Rasgos ideológicos Se considera “anarquista” y enemigo de todo régimen autoritario.
Edad 35 años
Condición socioeconómica Ha derrochado la herencia de su padre, necesita ganar dinero…
Otros
En el centro de la mesa estaba sentada la niña con una medialuna en cada mano…
Una mamá salió de compras, y dejó a sus dos hijas en casa. Una de las nenas tenía ocho años y la otra cuatro. Tanto hurguetear, encontraron dos medialunas; la más grande se subió a la mesa y no quiso invitar a su hermana. Entonces, se las comió y, por mezquina, un dolor de panza le agarró.
Carlos Oviedo.
Carlos Oviedo.
Diálogo: Entre el preso y el guardia cárcel
Preso: Yo estoy detenido
Guardia: Yo soy un guardia cárcel
Preso: Yo soy la noche
Guardia: Yo soy el día
Noche: Yo te pido, ¡ey!, ¿por qué no me dejas salir un día a jugar a la pelota?
Día: Porque no se me antoja.
Noche: Tú no sabes, algún día puedes terminar aquí…
Día: ¡Ja, ja, ja! No me hagas reír…
Noche: Yo quiero que seas mi amigo, pero como el día y la noche no se juntan nunca…
Día: En eso tienes razón. Ya son la una y me tengo que ir…
Preso: Chau día.
Guardia: Chau noche.
Víctor.
Guardia: Yo soy un guardia cárcel
Preso: Yo soy la noche
Guardia: Yo soy el día
Noche: Yo te pido, ¡ey!, ¿por qué no me dejas salir un día a jugar a la pelota?
Día: Porque no se me antoja.
Noche: Tú no sabes, algún día puedes terminar aquí…
Día: ¡Ja, ja, ja! No me hagas reír…
Noche: Yo quiero que seas mi amigo, pero como el día y la noche no se juntan nunca…
Día: En eso tienes razón. Ya son la una y me tengo que ir…
Preso: Chau día.
Guardia: Chau noche.
Víctor.
Diálogo: Entre el personaje y el autor
Esopo, sentado a la sombra de un árbol, escribiendo, cuando –de pronto- se le acerca una liebre…
Liebre: Buenos días, mi creador, quisiera hablar con usted.
Esopo (atónito): ¿Pero, cómo…? ¡Una liebre que habla! Debo estar escribiendo demasiado… Mejor descanso un poco.
Liebre: Creador, créame que estoy aquí y, es más, venía con la tortuga, pero ella se quedó retrasada a muchos kilómetros…
Esopo: (llevando las manos a su cabeza) ¡Ah! Ya entiendo. Debí relajarme demasiado con la escritura y me he quedado dormido, entonces esto es sólo un sueño. Por cierto, mucho mejor que mis creaciones. Bien, ¿qué es lo que quiere decirme simpática liebre?
Liebre: Vengo a quejarme por el injusto final que me hace protagonizar en la fábula, cuando compito en carrera con la lerda tortuga.
Esopo: ¡Oh! No pensé que te importara, pero si tú lo dices… ¿qué quieres que haga?
Liebre: Quiero que me pongas un rival a mi altura. Tal vez una avestruz, porque soy el hazmerreír de todos. Sobre todo del pavo real…
Miguel Valle.
Liebre: Buenos días, mi creador, quisiera hablar con usted.
Esopo (atónito): ¿Pero, cómo…? ¡Una liebre que habla! Debo estar escribiendo demasiado… Mejor descanso un poco.
Liebre: Creador, créame que estoy aquí y, es más, venía con la tortuga, pero ella se quedó retrasada a muchos kilómetros…
Esopo: (llevando las manos a su cabeza) ¡Ah! Ya entiendo. Debí relajarme demasiado con la escritura y me he quedado dormido, entonces esto es sólo un sueño. Por cierto, mucho mejor que mis creaciones. Bien, ¿qué es lo que quiere decirme simpática liebre?
Liebre: Vengo a quejarme por el injusto final que me hace protagonizar en la fábula, cuando compito en carrera con la lerda tortuga.
Esopo: ¡Oh! No pensé que te importara, pero si tú lo dices… ¿qué quieres que haga?
Liebre: Quiero que me pongas un rival a mi altura. Tal vez una avestruz, porque soy el hazmerreír de todos. Sobre todo del pavo real…
Miguel Valle.
Diálogo: Entre Mafalda y Felipe
Un día se encuentran Mafalda y Felipe
Mafalda: ¡Hola Felipe!, ¿a dónde vas?
Felipe: ¡Hola Mafalda! Voy al mercado.
Mafalda: Yo también, si querés vamos juntos.
Felipe: Bueno, dale.
(En el camino pasaron por un parque y se detuvieron a jugar, cuando se dieron cuenta, ya se les había hecho tarde).
Mafalda: ¿Ahora qué hacemos?
Felipe: Tendremos que volver y explicar lo sucedido.
Mafalda: Sí, pero nos pondrán en penitencia…
Felipe: Bueno, entonces la próxima vez haremos las cosas como corresponde
Carlos Oviedo.
Sancho Panza y Teresa Panza
Diálogo entre Sancho Panza y Teresa Panza. Los dos montados en el burro, por supuesto ella en las ancas, bajo un sol abrasador por una calle de tierra rumbo del Guadalquivir.
Sancho: …
Teresa: conformista…
Sancho:…
Teresa: sobre adaptado
Sancho: ¡puf!...
Teresa: Nada que ver con el hidalgo
Sancho ¿y?
Teresa: ¡y! Pues que vives atrapado en tu carácter
Sancho: Mira, mujer, tú también estás atrapada en tus caderas llenas de grasa
Teresa: Yo no critico tu aspecto
Sancho: Yo sí
Teresa: Imbécil. En vez de burro podrías tener un brioso corcel.
Sancho: ¿Y tú? Ya que tanto te gusta… ¿por qué no te casas con don Quijote y me dejáis de joder?
Raúl Pereyra.
Sancho: …
Teresa: conformista…
Sancho:…
Teresa: sobre adaptado
Sancho: ¡puf!...
Teresa: Nada que ver con el hidalgo
Sancho ¿y?
Teresa: ¡y! Pues que vives atrapado en tu carácter
Sancho: Mira, mujer, tú también estás atrapada en tus caderas llenas de grasa
Teresa: Yo no critico tu aspecto
Sancho: Yo sí
Teresa: Imbécil. En vez de burro podrías tener un brioso corcel.
Sancho: ¿Y tú? Ya que tanto te gusta… ¿por qué no te casas con don Quijote y me dejáis de joder?
Raúl Pereyra.
Diálogos Imaginarios
07/05/09
Consigna: En base a la propuesta de la tallerista Mariana trabajamos con la siguiente consigna: Sobre la mesa dispusimos papelitos boca abajo (o sea del revés) y cada uno tenía que elegir uno de éstos al azar y escribir un diálogo imaginario entre dos personajes sugeridos.
Consigna: En base a la propuesta de la tallerista Mariana trabajamos con la siguiente consigna: Sobre la mesa dispusimos papelitos boca abajo (o sea del revés) y cada uno tenía que elegir uno de éstos al azar y escribir un diálogo imaginario entre dos personajes sugeridos.
Terror en el monte
Iba corriendo en la madrugada, una noche fría de invierno, por un camino de huella entre el medio del monte.
Sin linterna, ni siquiera la luna brillaba: sólo las estrellas.
Tenía que llegar a una casa, bastante retirada del pueblo, puesto que soy enfermero (el único en el pueblo) y el doctor había viajado a la ciudad. Un vecino había dado aviso al comisario que doña Gorosito estaba por tener familia muy pronto; por eso me habían llamado y ahora me encontraba en esa situación, apurado por llegar y con mi maletín en la mano.
Cuando de repente (¡ay mi Dios!) algo salió del monte y empezó a andar detrás de mí. Yo estaba aterrorizado pensando que podía ser un puma y que me atacaría. No sabía qué hacer: pensé apurar el paso (correr) y huir, pero continué marchando a paso firme y cuando me dí vuelta hacia atrás, no vi más que la negra noche y seguí caminando por el túnel, aún más oscuro, que entonces conformaba mi sendero de penumbra.
Cada vez sentía más cerca el sonido de sus pisadas que a mis oídos sonaban como un tambor.
¡Ay mi Dios… cuándo sentí su jadeo detrás de mí! Lo peor de todo era que si yo me paraba, el ser también se detenía y sólo su aliento escuchaba.
Seguí caminando y en un momento sentí que algo me rozaba las piernas. ¡Jesús!. Ahí ya empecé a correr y al doblar un recodo me dí por fin con la casa: llegué sin sangre.
Entré sin llamar -¡horror!- el ser en cuestión entró detrás de mí y me saltó a la espalda. Pegué un grito y caí de rodillas: miré la criatura que tenía que tenía encima: era mi perro que me había seguido…
Carlos.
Sin linterna, ni siquiera la luna brillaba: sólo las estrellas.
Tenía que llegar a una casa, bastante retirada del pueblo, puesto que soy enfermero (el único en el pueblo) y el doctor había viajado a la ciudad. Un vecino había dado aviso al comisario que doña Gorosito estaba por tener familia muy pronto; por eso me habían llamado y ahora me encontraba en esa situación, apurado por llegar y con mi maletín en la mano.
Cuando de repente (¡ay mi Dios!) algo salió del monte y empezó a andar detrás de mí. Yo estaba aterrorizado pensando que podía ser un puma y que me atacaría. No sabía qué hacer: pensé apurar el paso (correr) y huir, pero continué marchando a paso firme y cuando me dí vuelta hacia atrás, no vi más que la negra noche y seguí caminando por el túnel, aún más oscuro, que entonces conformaba mi sendero de penumbra.
Cada vez sentía más cerca el sonido de sus pisadas que a mis oídos sonaban como un tambor.
¡Ay mi Dios… cuándo sentí su jadeo detrás de mí! Lo peor de todo era que si yo me paraba, el ser también se detenía y sólo su aliento escuchaba.
Seguí caminando y en un momento sentí que algo me rozaba las piernas. ¡Jesús!. Ahí ya empecé a correr y al doblar un recodo me dí por fin con la casa: llegué sin sangre.
Entré sin llamar -¡horror!- el ser en cuestión entró detrás de mí y me saltó a la espalda. Pegué un grito y caí de rodillas: miré la criatura que tenía que tenía encima: era mi perro que me había seguido…
Carlos.
Música y Letras
30/04/09
Consigna: En base a una propuesta de la tallerista Mariana, se escribieron relatos inspirados en una selección de temas instrumentales para crear un clima de suspenso, misterio o terror.
Consigna: En base a una propuesta de la tallerista Mariana, se escribieron relatos inspirados en una selección de temas instrumentales para crear un clima de suspenso, misterio o terror.
Terry
16/04/09
Me presento, yo me llamo Terry, esta que les cuento es mi infancia: fue muy dulce, alegre, llena de dulzura y diversión constante y amor por parte de mi dueño que me acompañó hasta el final de mis días. Me divertí e hice muchas travesuras en mi vida. Como por ejemplo, romper cosas de la casa, descolgar la ropa de la soga para jugar con ella, morder las zapatillas de mis dueños, hacerme pis adentro de la casa. Aún así, me trataron con mucho amor y disfruté salir a la plaza con mis dueños, juntarme con mis amigos y jugar a la pelota.
Yo soy Terry, su amigo y fiel compañero de siempre que los espera en el cielo. Hasta pronto:
Terry, el perro.
Víctor (imagen seleccionada: perro)
Escribiendo sobre imágenes
Consigna: En base a una propuesta de la tallerista Laura, se escribieron relatos, poemas o reflexiones, en torno a una imagen libremente escogida por cada uno, entre un grupo de fotos de animales dispuestas sobre la mesa.
La máscara y el rostro
Por fin puedo mostrarme tal cual soy. Siempre había llevado una careta que tapaba mis sentimientos. Algo que me hacía ver similar a todos los que me rodeaban y, de ese modo, pasar más desapercibido.
No quería antes mostrar aquellas cicatrices que a lo largo de mi vida habían quedado en mi alma y que se transmutaban al exterior, cambiando cada día el aspecto que tenía.
Pero hoy no. Hoy decidí salir con mi verdadero rostro. Ese que no quería mostrar. Tuvo que ver con esta transformación el brujo indio de los Altos de Alberdi que con su conjuro apartó de mí esa ansia de fingir y permitió que apareciera lo más auténtico, que es esta cara.
Muchos pensarán ahora “¿qué le paso?, ¿por qué esa cara tan terrible?, ¡por qué esos ojos eyectados de sangre”.
“¡Ah!.., dirán,… Es que se ha puesto una careta”.
¿Qué pasaría, me pregunto yo, si supieran la verdad?
Hoy pude darme el gusto de volver a aquellos sitios que tanto quise, sólo que fueron queridos con ese rostro (careta oficial) que todos conocían. Pero no hoy. Hoy volví a verlos con mi verdadero rostro. Ese que oculté por largo tiempo. ¿Por qué ocultarlo? Hoy todo es transparente. Si a alguien le parezco un monstruo será porque realmente lo soy. No más fingir. No más ocultar. Mi verdadero rostro salió a la luz hoy.
Quizás el diablo baile su danza, o el perro me ladre, o Mickey se ría de mí, o una rubia alegre me tire una sonrisa. No lo sé. Sólo sé que lo que siga de aquí en adelante será auténtico.
Alfredo Mors (con máscara de monstruo)
No quería antes mostrar aquellas cicatrices que a lo largo de mi vida habían quedado en mi alma y que se transmutaban al exterior, cambiando cada día el aspecto que tenía.
Pero hoy no. Hoy decidí salir con mi verdadero rostro. Ese que no quería mostrar. Tuvo que ver con esta transformación el brujo indio de los Altos de Alberdi que con su conjuro apartó de mí esa ansia de fingir y permitió que apareciera lo más auténtico, que es esta cara.
Muchos pensarán ahora “¿qué le paso?, ¿por qué esa cara tan terrible?, ¡por qué esos ojos eyectados de sangre”.
“¡Ah!.., dirán,… Es que se ha puesto una careta”.
¿Qué pasaría, me pregunto yo, si supieran la verdad?
Hoy pude darme el gusto de volver a aquellos sitios que tanto quise, sólo que fueron queridos con ese rostro (careta oficial) que todos conocían. Pero no hoy. Hoy volví a verlos con mi verdadero rostro. Ese que oculté por largo tiempo. ¿Por qué ocultarlo? Hoy todo es transparente. Si a alguien le parezco un monstruo será porque realmente lo soy. No más fingir. No más ocultar. Mi verdadero rostro salió a la luz hoy.
Quizás el diablo baile su danza, o el perro me ladre, o Mickey se ría de mí, o una rubia alegre me tire una sonrisa. No lo sé. Sólo sé que lo que siga de aquí en adelante será auténtico.
Alfredo Mors (con máscara de monstruo)
El mundo mágico
Mickey Mouse: Me inspira la obra fenomenológica del Mago de Hoz,
personaje fundamental con una varita, simbolizando la vía láctea. Al compás de una banda de sonidos de valses, ¡qué maravillosa!
Esto lo sentí muy profundo cuando vi la película de Walt Disney. Otros personajes: Blancanieves, etc.
Mickey es el anfitrión de la ciudad maravillosa de Disneylandia. Un mundo de niños hecho por grandes para allí volver por instantes a ser niño. Rodeado por personajes de amigos de aventuras. Mi pareja Minnie. Mis amigos Donald y su pareja Daisy. Sus tres sobrinos: el tío Patiñas, el cascarrabias Lucas, el pato Bugs Bunny. Todo ese mundo tierno y Light que no tenemos frente a la realidad. Esa mega ciudad para ser niño otra vez en ese castillo encantado. Campanita, Peter Pan y otros tantos personajes que llegan a mi memoria para rememorar a mis amigos lejanos de tantas horas de tristeza vespertina de soledad que eran mi compañía frente a la Tv. hasta la llegada de la merienda traída por mi abuela Lidin.
Qué maravillosa experiencia, así como veía a Mickey también al llanero solitario. Hasta llegué a tener el disfraz completo de él: máscara, sombrero, pistolas plateadas, vestimenta gris y el Hallol Silver. Hasta tuve a mi leal amigo toro.
Dibujé toda la saga de Disney. Esos recuerdos hoy me asaltaron. Otra vez mi pluma los volvería a dibujar y sería así un poco niño otra vez. Como la obra de Barri: El Mundo del Nunca Jamás.
Lalo. (con máscara de Mickey Mouse)
personaje fundamental con una varita, simbolizando la vía láctea. Al compás de una banda de sonidos de valses, ¡qué maravillosa!
Esto lo sentí muy profundo cuando vi la película de Walt Disney. Otros personajes: Blancanieves, etc.
Mickey es el anfitrión de la ciudad maravillosa de Disneylandia. Un mundo de niños hecho por grandes para allí volver por instantes a ser niño. Rodeado por personajes de amigos de aventuras. Mi pareja Minnie. Mis amigos Donald y su pareja Daisy. Sus tres sobrinos: el tío Patiñas, el cascarrabias Lucas, el pato Bugs Bunny. Todo ese mundo tierno y Light que no tenemos frente a la realidad. Esa mega ciudad para ser niño otra vez en ese castillo encantado. Campanita, Peter Pan y otros tantos personajes que llegan a mi memoria para rememorar a mis amigos lejanos de tantas horas de tristeza vespertina de soledad que eran mi compañía frente a la Tv. hasta la llegada de la merienda traída por mi abuela Lidin.
Qué maravillosa experiencia, así como veía a Mickey también al llanero solitario. Hasta llegué a tener el disfraz completo de él: máscara, sombrero, pistolas plateadas, vestimenta gris y el Hallol Silver. Hasta tuve a mi leal amigo toro.
Dibujé toda la saga de Disney. Esos recuerdos hoy me asaltaron. Otra vez mi pluma los volvería a dibujar y sería así un poco niño otra vez. Como la obra de Barri: El Mundo del Nunca Jamás.
Lalo. (con máscara de Mickey Mouse)
Máscaras
26/03/09
Consigna: En base a la propuesta de la tallerista Eugenia, trabajamos de la siguiente forma: Cada uno de nosotros debía ponerse una de las máscaras (traídas por la profe) y escribir su percepción acerca de sí mismo (con la máscara puesta) y frente a los demás (que también llevaban máscaras).
Consigna: En base a la propuesta de la tallerista Eugenia, trabajamos de la siguiente forma: Cada uno de nosotros debía ponerse una de las máscaras (traídas por la profe) y escribir su percepción acerca de sí mismo (con la máscara puesta) y frente a los demás (que también llevaban máscaras).
lunes, 11 de enero de 2010
Llamadas en la lluvia
LLAMADAS EN LA LLUVIA
(Cuento)
Caía una fina llovizna en esa tarde gris de otoño. Amalia se encontraba sola, como tantas veces en el último tiempo, en su departamento en el que había vivido casi desde que tenía memoria.
Estaba en ese cuarto que le servía de lugar para encontrar el reposo en las lecturas, en las que buscaba y a veces encontraba, alguna punta al ovillo en que se había convertido su vida y que muchas veces la sumía en una profunda melancolía.
Sentía que, con sus 40 años, se encontraba en un particular momento de su vida, luego de haber concluido la relación que mantuvo con Esteban, casi desde que eran adolescentes, cuando lo había aceptado a él en ese que fue su despertar al amor.
Dejó junto al sillón el libro que estaba leyendo y comenzó a mirar hacia la ventana, cuyas cortinas se encontraban descorridas, dejando ver los cristales en los que se iban deslizando suavemente, pequeñas gotas de agua de la persistente llovizna.
La llovizna, la lluvia y ella con sus recuerdos, especialmente de aquella despedida que la separó de Rodolfo, Melancolía asociada desde aquel momento, a la particular atmósfera generada por la llovizna.
Suena el teléfono. No esperaba ningún llamado en particular, ya que había restringido sensiblemente sus relaciones, como si buscara en la tranquilidad de los rincones conocidos de su hogar, una cierta sensación de paz.
Atendió el llamado. _Hola, ¿quién habla?
Del otro lado solo se escucha algo como una respiración y un raro silencio.
Vuelve a preguntar: _ ¿Quien habla?
De nuevo silencio y un cortarse de la comunicación.
No entendía que podía ser ese extraño llamado. Pensó quizá en una broma de mal gusto o en alguien que esperaba una respuesta distinta. No podía imaginar quien, de los que tenían su número telefónico, podía estar actuando así.
Volvió junto a la ventana. Continuaba cayendo una fina llovizna. Miró hacia la calle, dos pisos más abajo. Muy pocas personas se divisaban a esa hora desapacible.
Una silueta con impermeable y paraguas, dejaba la cabina de teléfono público ubicada en la vereda de enfrente, casi llegando a la esquina.
Algo en su modo de caminar o en su porte le resultó vagamente familiar o al menos conocido, pero no podía ser. Sabía que él se había radicado en la Capital hacía de esto mucho tiempo, cuando comenzó a trabajar como ingeniero de planta en aquella industria y luego supo que se había casado.
En eso le pareció que la figura en cuestión, se daba vuelta y elevaba su mirada hacia su ventana. Fue un leve gesto velado a la distancia por la bruma de la llovizna.
¿Sería posible? ¿Después de tanto tiempo? Volvió a pensar en el llamado. ¿Sería él? Y entonces... ¿por qué no se dio a conocer?
Los recuerdos volvían en torbellino sin ser llamados. Aquella placita del barrio con juegos infantiles, el tobogán, los sube y baja pero por sobre todo, las hamacas. Aquellas en que había experimentado, junto a Rodolfo, la sensación de volar.
¿Por qué justo hoy cuando acababa de cumplir los años hacía menos de una semana?
Fijó la vista en los cristales de su ventana. Las pequeñas gotas se deslizaban formando dibujos desiguales, juntándose y alejándose alternativamente, fdejando finos trazos.
Así, como finos trazos de lluvia de lluvia en un cristal, se mostraban sus recuerdos. Dos gotas de agua que un día se juntaron e intentaron un viaje o vuelo de hamacas, hasta que, casi en un instante, comenzaron caminos divergentes.
¿Sería efectivamente él? ¿Por qué no se dio a conocer en el llamado? ¿Qué ocultaría?
Rodolfo había vacilado. En el momento de escuchar nuevamente a Amalia después de tanto tiempo, había vacilado. No había encontrado palabras para darse a conocer y así restablecer una comunicación interrumpida, hacía mucho tiempo.
Al menos, eso sí, la había escuchado. Era su misma voz que aún resonaba en sus oídos, como un eco manifiesto de sus propios recuerdos.
Había caminado varias cuadras desde aquella cabina telefónica próxima al edificio donde, hoy había podido confirmarlo, ella continuaba viviendo.
Decidió regresar. La lluvia continuaba mojando las calles, veredas y árboles. Caminó cavilando y pensando como sería restablecer una comunicación cortada hace tiempo.
Una gota de agua se deslizó por el borde de su paraguas. Había sido muchas las que así habían caído en esa particular tarde. ¿Por qué fijarse hoy en esta?
Hace tiempo, otras gotas, otra lluvia. Un despedirse con un suave beso y tantos besos que quedaron guardados y no compartidos, bajo aquella lluvia que los vio alejarse como gotas de agua que se deslizaran separándose en trazos diferentes, sobre los cristales de una ventana.
Llegó a la cabina telefónica. Marcó el número que, ahora sabía, continuaba siendo el de ella. Esperó lo que le pareció una eternidad. Uno, dos, tres, cuatro veces sonó el teléfono antes de escucharse:
_ Hola ¿Quién habla?
_ ¿Amalia? Soy Rodolfo.
_ ¿Dónde estás? ¿De donde estás llamando? Hace tanto tiempo que no sabía de Vos...
_ Estoy aquí, casi frente a tu casa. ¿Podré verte?
_ Puede ser. No podía creer que fueras Vos. Ya bajo.
_ Te espero.
Amalia buscó su impermeable, de un suave mostaza y su paraguas al tono y bajó. Él se encontraba parado mirando como ella iba a su encuentro, bajo su paraguas negro.
Continuaba cayendo la fina lluvia.
Ambos caminaron lentamente, como contemplándose primero desde lejos. Las gotas de agua caían lentamente de sus paraguas. Se pararon muy cerca. Se miraron. ¡Hacía tanto tiempo! Se encontraron. Dos paraguas empezaron a moverse muy juntos, alejándose, mientras de ambos caían pequeñas gotas de agua que iniciaban, ahora sí, un nuevo viaje.
Alfredo Mors
(Cuento)
Caía una fina llovizna en esa tarde gris de otoño. Amalia se encontraba sola, como tantas veces en el último tiempo, en su departamento en el que había vivido casi desde que tenía memoria.
Estaba en ese cuarto que le servía de lugar para encontrar el reposo en las lecturas, en las que buscaba y a veces encontraba, alguna punta al ovillo en que se había convertido su vida y que muchas veces la sumía en una profunda melancolía.
Sentía que, con sus 40 años, se encontraba en un particular momento de su vida, luego de haber concluido la relación que mantuvo con Esteban, casi desde que eran adolescentes, cuando lo había aceptado a él en ese que fue su despertar al amor.
Dejó junto al sillón el libro que estaba leyendo y comenzó a mirar hacia la ventana, cuyas cortinas se encontraban descorridas, dejando ver los cristales en los que se iban deslizando suavemente, pequeñas gotas de agua de la persistente llovizna.
La llovizna, la lluvia y ella con sus recuerdos, especialmente de aquella despedida que la separó de Rodolfo, Melancolía asociada desde aquel momento, a la particular atmósfera generada por la llovizna.
Suena el teléfono. No esperaba ningún llamado en particular, ya que había restringido sensiblemente sus relaciones, como si buscara en la tranquilidad de los rincones conocidos de su hogar, una cierta sensación de paz.
Atendió el llamado. _Hola, ¿quién habla?
Del otro lado solo se escucha algo como una respiración y un raro silencio.
Vuelve a preguntar: _ ¿Quien habla?
De nuevo silencio y un cortarse de la comunicación.
No entendía que podía ser ese extraño llamado. Pensó quizá en una broma de mal gusto o en alguien que esperaba una respuesta distinta. No podía imaginar quien, de los que tenían su número telefónico, podía estar actuando así.
Volvió junto a la ventana. Continuaba cayendo una fina llovizna. Miró hacia la calle, dos pisos más abajo. Muy pocas personas se divisaban a esa hora desapacible.
Una silueta con impermeable y paraguas, dejaba la cabina de teléfono público ubicada en la vereda de enfrente, casi llegando a la esquina.
Algo en su modo de caminar o en su porte le resultó vagamente familiar o al menos conocido, pero no podía ser. Sabía que él se había radicado en la Capital hacía de esto mucho tiempo, cuando comenzó a trabajar como ingeniero de planta en aquella industria y luego supo que se había casado.
En eso le pareció que la figura en cuestión, se daba vuelta y elevaba su mirada hacia su ventana. Fue un leve gesto velado a la distancia por la bruma de la llovizna.
¿Sería posible? ¿Después de tanto tiempo? Volvió a pensar en el llamado. ¿Sería él? Y entonces... ¿por qué no se dio a conocer?
Los recuerdos volvían en torbellino sin ser llamados. Aquella placita del barrio con juegos infantiles, el tobogán, los sube y baja pero por sobre todo, las hamacas. Aquellas en que había experimentado, junto a Rodolfo, la sensación de volar.
¿Por qué justo hoy cuando acababa de cumplir los años hacía menos de una semana?
Fijó la vista en los cristales de su ventana. Las pequeñas gotas se deslizaban formando dibujos desiguales, juntándose y alejándose alternativamente, fdejando finos trazos.
Así, como finos trazos de lluvia de lluvia en un cristal, se mostraban sus recuerdos. Dos gotas de agua que un día se juntaron e intentaron un viaje o vuelo de hamacas, hasta que, casi en un instante, comenzaron caminos divergentes.
¿Sería efectivamente él? ¿Por qué no se dio a conocer en el llamado? ¿Qué ocultaría?
Rodolfo había vacilado. En el momento de escuchar nuevamente a Amalia después de tanto tiempo, había vacilado. No había encontrado palabras para darse a conocer y así restablecer una comunicación interrumpida, hacía mucho tiempo.
Al menos, eso sí, la había escuchado. Era su misma voz que aún resonaba en sus oídos, como un eco manifiesto de sus propios recuerdos.
Había caminado varias cuadras desde aquella cabina telefónica próxima al edificio donde, hoy había podido confirmarlo, ella continuaba viviendo.
Decidió regresar. La lluvia continuaba mojando las calles, veredas y árboles. Caminó cavilando y pensando como sería restablecer una comunicación cortada hace tiempo.
Una gota de agua se deslizó por el borde de su paraguas. Había sido muchas las que así habían caído en esa particular tarde. ¿Por qué fijarse hoy en esta?
Hace tiempo, otras gotas, otra lluvia. Un despedirse con un suave beso y tantos besos que quedaron guardados y no compartidos, bajo aquella lluvia que los vio alejarse como gotas de agua que se deslizaran separándose en trazos diferentes, sobre los cristales de una ventana.
Llegó a la cabina telefónica. Marcó el número que, ahora sabía, continuaba siendo el de ella. Esperó lo que le pareció una eternidad. Uno, dos, tres, cuatro veces sonó el teléfono antes de escucharse:
_ Hola ¿Quién habla?
_ ¿Amalia? Soy Rodolfo.
_ ¿Dónde estás? ¿De donde estás llamando? Hace tanto tiempo que no sabía de Vos...
_ Estoy aquí, casi frente a tu casa. ¿Podré verte?
_ Puede ser. No podía creer que fueras Vos. Ya bajo.
_ Te espero.
Amalia buscó su impermeable, de un suave mostaza y su paraguas al tono y bajó. Él se encontraba parado mirando como ella iba a su encuentro, bajo su paraguas negro.
Continuaba cayendo la fina lluvia.
Ambos caminaron lentamente, como contemplándose primero desde lejos. Las gotas de agua caían lentamente de sus paraguas. Se pararon muy cerca. Se miraron. ¡Hacía tanto tiempo! Se encontraron. Dos paraguas empezaron a moverse muy juntos, alejándose, mientras de ambos caían pequeñas gotas de agua que iniciaban, ahora sí, un nuevo viaje.
Alfredo Mors
Taller Literario
¡¡Bienvenidos al taller literario de la Hospedería Padre Alberto Hurtado dependiente de la fundación Manos Abiertas!!
Aquí podrán leer los escritos de quienes hacemos y participamos del taller, hacer comentarios y leer además textos de autores reconocidos de la literatura universal.
Muchas gracias por su visita.
Aquí podrán leer los escritos de quienes hacemos y participamos del taller, hacer comentarios y leer además textos de autores reconocidos de la literatura universal.
Muchas gracias por su visita.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)