domingo, 21 de noviembre de 2010
En la mente de un indigente
Por Miguel Valle
Estimado lector, viene a la mente el título de este breve comentario, simplemente la intención de manifestar las conclusiones y las incertidumbres a las que llego, después de transitar por dos escenarios sociales, completamente diferentes.
El desarrollo de este texto no tiene el fin de comunicar los incomprendidos traumas emocionales del pasado, en un sentido autobiográfico, sino más bien intenta brindar apreciaciones, que, como ente pensante, tengo la ingrata oportunidad de vivenciar dentro del grupo de seres humanos tomados por la indigencia.
La franja de personas en la que he decidido ahondar mis estudios, es la franja de los que experimentaron un cambio drástico de entorno, es decir, todos aquellos que antes pertenecieron a cualquiera de los bloques de la pirámide social y luego quedaron en la indigencia. La inclinación por comentar acerca de este grupo en particular, es porque es claro que la persona que nace y crece en el círculo indigente, vive este hecho como algo muy natural y como parte de su cultura, ya que no se queja de sus carencias sino que envidia el bienestar ecónomico de otros. En cambio, la persona que a una edad de buen razonamiento entra en ese mismo círculo, padece importantes cambios y bloqueos mentales, y son algunos de estos los que detallo a continuación:
El primer cambio importante, obviamente, es el entorno. El individuo desprovisto de un lugar físico de derecho, ve la nueva realidad como totalmente negativa y nace en él el primer bloqueo mental, que es la no aceptación de sí mismo en el nuevo entorno. Por esta razón, sus pláticas siempre son recurrentesa los buenos momentos del pasado, o de un hipotético futuro que sobrevendrá después de lo que él llama una circunstancia pasajera, anulando así el presente.
Este bloqueo permanece aproximadamente tres años, aunque en algunos individuos puede durar de por vida, porque se ha generado en él un trauma psíquico irreversible.
El segundo cambio importante ocure en el lenguaje. Sabemos que el lenguaje nos permite exterioriorizar lo que queremos o lo que rechazamos. Como miembros de una familia, nosotros adecuamos el lenguaje según cumplamos el rol de hijo, padre, esposo, etc, hacia la gente con la cual compartimos muchas horas diarias. El individuo que pasa del ámbito familiar a la indigencia, pierde el contacto y la práctica de una comunicación objetiva y trata, como por inercia, de suplir la ausencia de vínculos afectivos con otros modelos similiares o ideales, según su necesidad de satisfacción. De esta manera se explica la formación de pequeños grupos heterogéneos que están dispuestos a convivir a la intemperie por largos períodos. Igualmente, el lenguaje sufre una gran degradación de contenido, porque la persona va adquiriendo nuevos códigos, sin fundamentos gramaticales, y a su vez, ve dejando en desuso algunas cordialidades propias de las familias o de un buen ambiente laboral.
El último cambio, y quizás el más importante, se produce en el pensamiento. Este cambio ocurre debido a que el desfavorable entorno y el tosco lenguaje contribuyen a que en la mente se genere un bloqueo de amplitud del panorama social. Esto quiere decir que la persona que ha vivido mucho tiempo en situación de calle, ya no puede ver más allá de la indigencia y lo único que existe en su pensamiento, basado en el presente continuo es su función en su nuevo rol que inevitablemente estará plagado de dudas que no deberá demostrar a su entorno cercano para no denotar debilidades.
El pensamiento le dirá equivocada pero muy convencidamente que la persona está aprendiendo muchas cosas, o que la vida se las está enseñando. Pero la persona que goce de una gran lucidez mental, podrá percatarse de que esa mente en realidad está llenando vacíos con los escombros que tiene más a su alcance.
Esta es mi visión actual del por qué de algunas conductas que he venido observando a lo largo de siete años de compartir la rutina diaria con la gente indigente. No he querido en ningún momento hacer una crítica o un reproche. Solamente, exponer lo que percibo. Por eso espero, estimado lector, que este breve comentario le sirva a modo de orientación, o al menos, ilustrativo.
Por último, quiero aclarar que para redactar la presente exposición no he tomado en cuenta para la observación, a individuos con adicciones, ya que considero que ese plano debe ser analizado por personas idóneas para esos casos.
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