El beso solo purga si trae de la mano un corazón,
las voces no se callan, los gritos no retumban
y el alma es un rincón acumulando despojos,
un vacío y solitario olor a rancio,
una especie de tumultos del pasado.
El beso que se esconde detrás de una palabra
te derrumba la mirada dejándote los ojos,
una pupila clavada en el acero,
inerte, sombrío, profundo dolor que cae sin morir.
El beso solo mata cuando besa en la distancia
el contacto de otra boca,
y el miedo es una acequia evaporando ilusiones,
los temblores ya no tiemblan,
los incendios en el pecho se apagaron,
y el olfato putrefacto del perdón que no perdona
se parece al del amor cuando abandona.
Toda esta tristeza estallando en un volcán,
contenida, encerrada en esta piel con sus recuerdos,
perforando toda lágrima genuina.
Tu culpa será el alcohol cicatrizando mi herida.
Autor: Ana Rocío Velázquez
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