lunes, 24 de octubre de 2011



UN PUEBLO DE GRACIOSOS SUSURRADORES







Era un pueblo demasiado aburrido, más bien demasiado tranquilo por no encontrarse en una ruta importante y por no tener fábricas. Solamente había sembrados, algunos animales, una tienda de ramos generales, un correo y un boliche, adonde se reunían los personajes del pueblo que contaban sus anécdotas: los graciosos y también las autoridades del pueblo. Todos ellos relataban cosas ciertas mezcladas algunas veces con mentiras.
Un policía no dejaba ni siquiera fuera a su familia. A su señora la tenía demasiado mal en sus cuentos hasta que un día sus compañeros le hicieron hablar de ella y éste empezó a narrar. Su señora se dedicaba a la venta de pan casero y él le ayudaba a amasar. Un día, ya cansado y para que ésta no le mande más, llenó de leña pequeña la masa, la que fue horneada y vendida a los clientes. No les gustó y dejaron de comprarles, pero ella nunca había sabido el motivo.
Sus compañeros la habían escondido para que ella escuche. ¿Se imaginan el final del gracioso?










Eduardo Pedernera

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