viernes, 15 de octubre de 2010

Infieles



El discurso del infiel está plagado de angustias imprecisas. Los varones están aburridos, estresados, deprimidos y abrumados por tanta rutina. Estancados en un momento de sus vidas en que lo tienen todo: familia, hijos, casa, auto; pero sienten  que no son nada. Si el hombre dice estas cosas seguramente tiene una amante oculta. Busca la escapatoria para salir de su vida burguesa.
La mujer se toma más tiempo para la infidelidad. Acusa a su marido de pecados imaginarios. Se siente descuidada, gorda, va a la peluquería y se cambia el corte de pelo. Esto es el prolegómeno de un gran cambio existencial. Ella busca, busca y busca. La mujer infiel tiene poco interés en el sexo con su marido. Distraída, soñadora, entra de pronto en unos silencios prolongados mientras mira el infinito.
Tanto él como ella prestan brusca atención al teléfono celular que llevan muy apretado en su cuerpo, optan por usarlo vibrador. No quieren que nadie los espíe. Miran el celu sigilosamente, pensando que el aparatito los delatará en cualquier momento. Se esconden tras de un mueble para chequear las llamadas y viven dentro del baño. “DETALLE” la mujer infiel empieza a sufrir el mal llamado BAÑITIS, orina más a menudo y se ducha a deshoras al estilo Cleopatra. Son cuarenta minutos que no ve la cara y la mirada inquisidora de él.
Mientras tanto, el hombre envía mails indicativos; no como la mujer que escribe torrentes, sino, mensajes cortos que firma siempre con una inicial d... y el puntito después. El puntito significa: “Hay secreto entre vos y yo, hay cosas no dichas en esta breve carta, hay un mundo oculto que no puede volcar aquí por escrito, ya que no sé si tu marido las lee. De modo que lo no dicho ya te lo imaginas.”
A los infieles les resulta difícil explicar dónde estuvieron hoy. Suelen hacer relatos confusos sobre la compra de un par de medias, la reaparición de un viejo amigo/a, la aparición de una tía que no está bien, siempre algo desagradable sin horas precisas.
El conyugue del o la infiel no ve las cosas tan graves y se inclina a consolar a su pareja: “Bueno mi amor no es tan grave, ya estás en casita”.
El detalle cardinal en el discurso del infiel es su repudio aparente a todo aquello que le gusta. Cuando un hombre habla mal de cierta mujer: “Demasiado pintada”, “Está llena de siliconas”,“Me parece una hermana caridad”, “Se la ve tan bronceada, que debe vivir en una cama solar”, “No la veo seria en su manera de manejarse”, esto significa que ella le gusta, y mucho. La infiel hace lo propio, incluso con mayor virulencia: “¡Qué tipo más ordinario!, ¡Me parece un perfecto afeminado! ¿No te parece?, “Sí, seguro, tiene todas las características.”Además, cada vez que habla de un tema emocionante se le llenan los ojos de lágrimas. “Es un pollerudo”. El pollerudo le gusta; mas aún, ya tiene su tarjeta con el teléfono en la cartera.
Toda mujer atraída por un hombre se pone en su línea visual y ejecuta maniobras para que no pueda dejar de verla. Como si llevara una pancarta diciendo: “MÍRAME”.
Yo lo explico con humor porque los cuernos me parecen lo más cómico del mundo; mientras no lo adornen a uno mismo. Todo es infinitamente divertido como una comedia francesa, “mientras la historia no sea nuestra historia”. En  realidad la infelicidad es trágica.
Carlos Botta.

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