Era un día cualquiera y común como todos. La gente iba y venía, los niños jugaban en la plaza principal de ese “pueblo chico, infierno grande”, como dice el dicho. Los negocios, a todo trapo, ofrecían sus mercaderías… Pero, de repente, se empezó a percibir un intenso sentimiento de peligro que sería la causa de esta historia de terror y de miedo, tanto que hizo que los pueblerinos se dispersasen uno por uno formando un lío bárbaro.
Había surgido una lluvia de gases y ácidos que surgió de la nada y que los hizo disparar a todos.
Lo único que atinó a hacer el grupo de hombres reunidos en el altillo de la casa fue mirar por la ventana. -¡Dios, nunca podremos salir de aquí Esa lluvia nos matará!, dijo con ojos desorbitados el anciano de lentes que observaba el caos de la devastación.
Dirigió su mirada al techo y detectó, con horror, una pequeña gotera (Laura y Víctor)
De acuerdo al argumento que tengo en mis manos, tengo la impresión de que el hombre que baja corriendo aquellas escaleras está en pánico y va en busca de su familia para protegerla…
A lo lejos veo un objeto brilloso que baja del cielo y del que salen unos extraños seres de unos tres metros de altura con unos objetos que despiden a chorros una sustancia rara.
Conclusión: Es evidente que no vienen en son de paz…(Libi)
Mientras tanto, el señor Simon, “el pensador”, sentado en su biblioteca observa una sombra misteriosa: no puede creer lo que ve, la figura transparente toma consistencia hasta que la reconoce como la figura del señor Melvin que mira más allá de la ventana y lo espera en la silla (Ernesto)
Ya son las 22:30 y ella, indiferente a todo, toma un café, lava los platos, y lee un libro mientras mira dormir a su hija y piensa que su marido está tardando mucho por sus negocios… (Ramón)
“-Si esas cosas que tenés ahí se las sacaste a “ellos”porque no sabemos para qué diablos sirven, ¡quizá produjeron la lluvia acida!-“, dice El Negro.
“-Es verdad, su tecnología es mucho más avanzada que la nuestra, ¿y si con eso nos ubican? No vamos a tener la opción de escapar.-”, reflexiona Tato.
“-Si se usaran estas cosas para eso, lo habrían dejado adrede a nuestro alcance. Les digo que las robé”, les explica Antonio
-“¿Escuchan ese ruido que viene del cielo?, ¡vienen para acá!, les dije que nos traerían problemas esas cosas…-”, exclama aterrado El Negro. (Fernando)
Nosotros discutíamos en el sótano, afuera estaban muriendo miles quizá, pero para olvidarnos de eso-parece absurdo- tratábamos de mitigar nuestro dolor jugando a las cartas…
Entonces Pipo propuso un juego extraño “Prueba o Secreto”
“Prueba”, dijo El Negro y lo obligamos a cantar un tema de amor como si estuviese "La Gringuita" enfrente suyo. Desafinó tanto que temimos que rompiera los vidrios y, de una vez por todas, se filtrara el agua mortal.
“Confesión”, me tomo a mí, entonces dije eso terrible que hizo que, segundos después, El Negro estuviera estrangulándome.
“Todo esto es un experimento mío, yo lo ideé”.
“JAJA…Vos sos Dios ahora”, dijo El negro descreído.
“No muchachos, yo nos soy Dios, yo soy un escritor que da vida a personajes y, a veces, los mata. No quería que esto fuera sólo un cómic, quería cambiar el mundo, advertir a todos sobre el riesgo que corre el planeta maltratado por los seres humanos. Si mi idea, concretada por los experimentos científicos del señor Melvin, hizo que tuvieran que morir miles, para salvar a millones, no me arrepiento de nada”…
Mientras El Negro presionaba mi cuello, ya casi desvanecido, lo vi derretirse como cera de vela: los ojos, como canicas, rodaron por la alfombra.
En seguida, me di cuenta que el techo estaba perforado y mis amigos muertos. Me desperté aturdido, prendí "la PC" y empecé a escribir COMO GUIADO POR UNA FUERZA SUPERIOR:
Era un día cualquiera y común como todos. La gente iba y venía, los niños jugaban en la plaza principal de ese “pueblo chico, infierno grande”, como dice el dicho. Los negocios, a todo trapo, ofrecían sus mercaderías… Pero, de repente, se empezó a percibir un intenso sentimiento de peligro que sería la causa de esta historia de terror y de miedo, tanto que hizo que los pueblerinos se dispersasen uno por uno formando un lío bárbaro.
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