Mis recuerdos de vivencias en Córdoba, me llevan a mi niñez. Habíamos venido de Villa María, localidad en la que nací y viví en un departamento en la calle O. Ceballos a metros de Castro Barros en barrio San Martín. Concurría a la escuela Yrigoyen y tenía cinco años cuando empecé la primaria, pero , a pesar del frío, me gustaba ir a clase. Cuando me mudé a San Vicente, tenía que levantarme temprano para tomar el tranvía y llegar a mi colegio.
La verdad que yo me sentía un hombrecito a los diez años, hasta a veces me encontraba a la vuelta con la maestra y le ayudaba a llevar sus carpetas hasta la casa.
Una mañana llovinznaba y yo, después de tomar la leche, salí muy apurado para no perder el tranvía. Intenté asirme del transporte en movimiento con tan mala suerte que me tomé del pasamano equivocado, por lo cual, éste me arrastró unos cinucenta metros ante el griterío de la gente... Y sí, yo no quería "dar el brazo a torcer" literalmente y perderme un día de escuela. Mi abuela, asombrada, me recibió: "¡¿qué te pasó?!!, ¿estás lastimado?" Prometió cambiarme de escuela al año siguiente (y así lo hizo). "Fue una desgracia con suerte", me dijo. "Bueno, mami (como le decía yo a mi abuela que me había criado), cambiame que quiero ir a la escuela..."
Eran otros tiempos, ir a la escuela era una aventura... Y todos eramos un poco como Sarmiento
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