En este artículo la Lic. Glenda Valle reflexiona sobre la capacidad de la narración para superar las adversidades y desarrollar nuestra fortaleza interior |
Las personas que buscan una ayuda terapéutica experimentan en sus vidas un grado de malestar (más grande o más pequeño); y por alguna razón tienen una perspectiva de su propia vida muy negativa. Parece como si se estuvieran proyectando una película dramática. Y muchas veces la proyectan una y otra vez, casi compulsivamente…
En el terreno de la narración, son los protagonistas de una historia en dónde el problema es demasiado grande para vislumbrar una solución. El cuento no termina, el desenlace no llega. Esto produce frustraciones, angustia, tristeza y otras emociones similares.
Pero, ¿qué pasa cuando vemos al mismo cuento desde otra mirada o perspectiva diferente? Podría ser por ejemplo: dejar de verse como el personaje que sufre para ser el héroe que se encuentra en proceso de búsqueda, que es artífice de su propio destino… y finalmente encontrará el tesoro perdido...o anheladamente buscado...
Ahora bien, tenemos un pasado y un presente. Solo podemos modificar el presente, después el futuro aparecerá como una consecuencia de este.
La narración, el comenzar a escribir historias, cuentos, poesías, permite transformar el malestar. Puedo empezar a escribir una historia "alejada" de mi realidad, y después comenzar a acercarme a la misma...
De cualquier forma será una experiencia maravillosa en dónde pasaría, de una posición pasiva a una activa. Narrar historias se convierte en una experiencia sanadora en dónde el otro (terapeuta) estará allí para posibilitar el encuentro con nuestras propias “sombras” y sacarlas a la luz.
En realidad no importa tanto el problema sino la solución que el mismo tiene, o lo que es lo mismo; a qué solución puedo llegar yo.
Algunos terapeutas narrativos invitan a escribir una historia sobre este problema planteado (y su solución). Otros invitan a relatar historias, en dónde esa realidad fantaseada siempre tiene algo de su narrador.
Algunos terapeutas narrativos invitan a escribir una historia sobre este problema planteado (y su solución). Otros invitan a relatar historias, en dónde esa realidad fantaseada siempre tiene algo de su narrador.
Será la persona que consulta quien elaborará las conclusiones. De cualquier modo, la narración será el medio para expresar y sanar, algunas heridas del alma.
Por último, les dejo un pequeño poema, relacionado con las mujeres y el encuentro con su naturaleza primitiva, salvaje, en lo más hondo del alma:
…una noche
se oye un latido en la puerta.
Fuera, una mujer en la niebla
con cabellos de ramas y vestido de hierbas,
chorreando verde agua del lago.
Dice: “Soy tú
y vengo de muy lejos.
Ven conmigo, quiero mostrarte una cosa…”
Da media vuelta para marcharse, se le abre la capa.
De pronto, una luz dorada…una luz dorada
por todas partes…” (Fragmento del poema “La mujer que vive en el fondo del lago”, Clarissa Pinkola Estés)
Lic. Glenda Valle M.P. 3933
Psicoterapeuta Sistémica